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¿Quién no ha cometido un error en el trabajo? Entre menos se cometan pues mayores posibilidades de continuar trabajando se tendrá. No de papaya.

1. Cuide su comportamiento. El mal comportamiento en el trabajo es una muy maña señal. Decir mentiras, hablar mal de otros sin necesidad, utilizar el teléfono celular de manera prolongada y los malos hábitos alimenticios, hacen parte de una lista de errores. El volumen de la voz y la grosería también puede llegar a molestar a sus compañeros de trabajo.

Recuerde que tratar de intimar mucho con un compañero de trabajo, también puede ser imprudente pues muchos consideran que la oficina no es un lugar para acercamientos personales.

2. Tenga cuidado con las conversaciones. El peor error que puede cometer en cuanto a conversaciones es tocar de una sola los temas tabú, los chismes de oficina o interrumpir de manera abrupta las conversaciones de otros.

3. Recuerde que usted está en el trabajo, no con amigos. Política, religión y sexo, pueden ser temas que pueden estar fuera de los límites normales. Los gritos y las interrupciones no son adecuados con los compañeros de trabajo, ni con el jefe y mucho menos con los clientes.

4. Sepa cuidar su imagen. Llegar tarde y estar mal presentado, por ejemplo, son errores para la imagen de cualquier profesional. No ser puntual hace perder tiempo a todos los que trabajan con usted, especialmente el jefe y los clientes.

Dicen que la primera impresión es la que vale, lo cual resulta válido en los negocios y en la vida. Trate de no revelar tatuajes o piercings. No use ropa reveladora e inapropiada para el ambiente en que se desenvuelve.

5. Cúidese en eventos sociales. Los eventos de la compañía son inevitables, ya que asistir a ellos puede hacerlo parecer antipático y poco social, pues normalmente están hechos para celebrar momentos especiales para las compañías. Es recomendable no abusar de las bebidas, tener comportamientos extravagantes con sus compañeros de trabajo.

Quedarse en la fiesta de la oficina hasta que lo saquen y que su jefe lo tenga que llevar a la casa acaba totalmente con su imagen. No aproveche este evento para entablar relaciones con su compañera de cubículo.

 

En los últimos 10 años, las tecnologías han avanzado a gran velocidad, no sólo en lo relativo al bienestar del día a día, la salud, el estudio del espacio, las telecomunicaciones y demás campos que afectan a la globalidad si no también en todo lo relativo a las relaciones personales.

El uso de Internet, las redes sociales, teléfonos inteligentes, los chats, la mensajería instantánea, las videollamadas… avalancha de opciones que ¿facilitan? la comunicación.

Antes del boom tecnológico, los celulares eran un artículo de lujo, casi nadie tenía uno y todos vivíamos felices, contentos e incomunicados excepto cuando estábamos en casa o en el trabajo. La colectivización de los teléfonos móviles, la reducción de su precio a la par que de su tamaño y la mejora de sus prestaciones, propició que todo quisque quisiera y obtuviera uno, hasta el punto en el que estamos hoy: cerca de los 5.000 millones de aparatos en el mundo.

La previsión indica que en dos años seremos 7.000 millones de personas en el planeta y en este momento ya hay en funcionamiento 5.000 millones de terminales, si en el primer trimestre de 2011 se vendieron cerca de 500 millones de aparatos… hay más teléfonos que personas.

El hecho realmente preocupante es la forma en que nos comunicamos actualmente, la pérdida de la cercanía que da la conversación cara a cara, lo humano de mirarse a los ojos cuando se habla.

Ya existe una generación que se está perdiendo todo eso. Aquellas largas charlas, conversaciones a múltiples bandas en las que todos nos reímos a la vez de las tonterías que se cuentan, ya casi no se ven.

Bien es cierto que hay un mundo de posibilidades en el uso de las tecnologías como medio de comunicación, como conversaciones subidas de temperatura, el sexo virtual, a calentar motores antes de verte, a jugar con las palabras y las imágenes que evocan en mi mente, a planear un encuentro antes de hacerlo realidad.

El placer de una buena conversación se está cambiando por quedar para hablar de nada y luego, de camino a casa, mientras ceno o incluso cuando ya estoy en la cama, que me bombardeen con declaraciones de intensidad variable que no han tenido redaños para soltarme a la cara.


  1. Templanza. «Comer sin llegar a la saciedad; beber sin llegar a la exaltación».
  2. Silencio. «Hablar únicamente de aquello que pueda benficiar a los demás o a nosotros mismos; evitar las conversaciones triviales».
  3. Orden. «Asignar a todas las cosas su lugar; dedicar a cada parte del negocio su propio tiempo».
  4. Resolución. «Resolverse a desempeñar lo que se debe hacer; desempeñar sin fallar aquello que se ha resuelto hacer».
  5. Frugalidad. «No hacer gasto alguno si no es para bien propio o de los demás; es decir no desperdiciar dinero alguno».
  6. Laboriosidad. «No perder el tiempo; estar siempre dedicado a algo útil; evitar todas las acciones innecesarias».
  7. Sinceridad. «No recurrir a engaño nocivo alguno; pensar con inocencia y justicia, y si se habla, hacerlo de acuerdo con esto».
  8. Justicia. «No hacer mal a persona alguna mediante daño u omitiendo los beneficios que son nuestra obligación».
  9. Moderación. «Evitar los extremos; abstenerse de resentir los daños hasta donde se crea que lo merecen».
  10. Pulcritud. «No tolerar la falta de higiene en el cuerpo, la ropa o la habitación».
  11. Tranquilidad. «No alterarse por menudencias, ni por accidentes comunes o inevitables».
  12. Castidad. «Practicar el acto carnal pocas veces si no es por motivos de salud o para tener descendencia; nunca por torpeza, debilidad o en perjuicio de la propia paz y reputación o la de los demás».
  13. Humildad. «Imitar a Jesús y a Sócrates».