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Siempre me ha impresionado ver cómo algunas personas al servirles un plato de comida dejan un poco en el plato. Algunas argumentan que es por «buena educación» porque si dejan el plato «limpio» osea sin restos de comida quedarían ante los demás como si estuvieran hambrientos.

Me he imaginado que si sumas todos los bocados que dejas en una semana puedes llegar a completar un plato completo, entonces, estás desperdiciando: votando comida y dinero.

Pero esto es  apenas una mínima cantidad de la comida que se desperdicia en el mundo, pues los agricultores, industrias, restaurantes, supermercados, etc, también votan comida, no porque esté en malas condiciones o a punto de putrefacción sino porque porque estéticamente no son alimentos «de formas perfectas».

Tristram Stuart fué un poco más allá, investigando este fenómeno desde hace varios años viajando por todo el mundo. Los resultados de su trabajo nos permiten concluir que:

  1. Con la producción actual de alimentos se puede perfectamente atender la alimentación de todos los habitantes de la tierra, sin desperdiciar ya que se vota más del 50% de la producción.
  2. Los que más desperdician son los que más recursos tienen a su disposición (esto lo explica en un cuadro donde los países más ricos son los que más generan desperdicio)
  3. El cambio, como siempre, está en cada persona, empieza por casa.

Esto se encuentra documentado en la siguiente conferencia que nos permite  reflexionar al respecto y animar a tomar los correctivos necesarios a nivel personal.

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El Dr. Alejandro Junger de Uruguay nos explica por qué nos enfermamos y cómo podemos por medio de una limpieza interna y detoxificación, restaurar la habilidad del cuerpo de sanarse a si mismo. Ya que nuestra vida moderna nos ha llevado a alimentarnos de modo inadecuado, llenando nuestros cuerpos de toxinas provenientes de los alimentos procesados e industrializados.

Alejandro ha sido creador de la dieta «detox» este popular régimen que siguen famosas como la diseñadora de moda Donna Karan -quien ha aparecido en el programa de Martha Stewart junto al cardiólogo- y la presentadora mexicana María Antonieta Collins.

No todo es bueno en esta dieta, hay muchos expertos que se oponen a ella. Lo que sí es importante es sacar los alimentos procesados del plato y preferir las frutas y las verduras de preferencia orgánicas como fuente principal del la alimentación.

El doctor Junger va más allá y nos habla también del ayuno: «Uno puede purificar, no sólo su cuerpo sino también su mente y su alma. No por casualidad Jesús, Buddha, Mahoma, Ghandi y todos los gigantes espirituales de nuestra historia ayunaban, y el ayuno se practica de una manera u otra en todas las religiones y caminos espirituales».

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El acto de comer que realizamos diariamente es instintivo y básico, pero se ha convertido en algo totalmente mecánico, igual que la respiración, los hacemos sin percatarnos de ello. Si tomamos en cuenta que de estas actividades depende la energía para desarrollar nuestra vida,  debemos darle la importancia que se merecen.

Aquí algunos puntos importantes para tener en cuenta a la hora de comer:

Tomarse su tiempo: Dedicar por lo menos media hora para cada comida principal, siendo conscientes de que los nutrientes  que estamos ingiriendo son los que construirán nuestro cuerpo.  Podemos reflexionar en cuál es el origen de estos alimentos y agradecer a la naturaleza por el proceso que ha realizado y que nos ha permitido tenerlos en nuestra mesa.

Generar un ambiente adecuado: Tradicionalmente el momento de tomar los alimentos y comer ha sido el momento de reunión con la familia y amigos para compartir experiencias gratas y fortalecer lazos de las relaciones. Desafortunadamente estas costumbres en algunos hogares se han ido perdiendo o las familias reduciendo, lo importante es que así estemos solos  podamos sentir la calidez y disfrutar con todos los sentidos ese momento.

Concentrarnos en ello: No entretener la mente realizando alguna otra actividad simultánea como hablar por teléfono(se debería en lo posible desconectar en ese momento), o viendo televisión y mucho menos noticias angustiantes que a nivel inconsciente generan tensión interna y bloqueos que impiden que nuestros órganos realicen una buena labor de digestión.

“La comida entra por los ojos”:  Y por los sentidos en general, un plato con variedad de colores nos provoca y nos llama la atención, así como el disfrutar su aroma y luego sentir las diferentes texturas a través de nuestras manos y con el gusto en nuestra boca.

La digestión empieza en la boca: Con el proceso de masticación y combinación de las dos enzimas presentes en la saliva ptialina y lisozima que permiten la descomposición del almidón en moléculas más pequeñas y eliminación de bacterias, respectivamente. Por eso debemos masticar bien los alimentos, hace tiempo escuché que 72 veces cada bocado, después he leído que 60 veces, 32 veces. Más práctico que ponernos a contar las veces que masticamos que a la larga nos impresionaría y quedaríamos con dolor de mandíbula es tener presente que al masticar debemos llegar al punto de “beber  los sólidos” y “masticar los líquidos”.

Información de Saciedad: Al estar concentrados en nuestro alimento y el proceso de digestión que estamos realizando podemos también sentir el punto exacto de satisfacción sin tener que ingerir más de lo que necesitamos. Cuando comemos distraídos viendo tv, leyendo un libro o cualquier otra actividad, el cerebro puede no alcanzar a enviar la información de saciedad a tiempo a nuestro estómago y comemos de más.  El estómago  es un órgano muy flexible y se estira cada vez que agregamos alimentos de más a tal punto de ir aumentando su tamaño. Para que el estómago realice su función correctamente debe estar lleno entre un 80 a 60%. El 20 a 40% libre lo necesita para remover bien sus contenidos. El aumento del tamaño el estómago se evidencia claramente en abultamiento abdominal que impide lucir una figura esbelta.

Si tenemos siempre presente la premisa de “vivir el momento presente al máximo como si fuera el último de nuestra vida”, incluso al momento de comer, nos podremos concentrar y disfrutar de esta necesidad  básica para nuestro cuerpo y mente cumpliendo total y placenteramente su función de reconstrucción de nuestro organismo.

Hace algún tiempo, cuando un chico se negaba a comer lo que no era de su antojo se decía que estaba malcriado. Hoy esa conducta es considerada una patología que se estudia a la par de la anorexia y la bulimia. Se la conoce como Síndrome de Especialización en Comida y para muchos médicos constituye el trastorno alimentario más precoz.

La semejanza entre este tipo de casos ha llevado a algunos médicos a concluir que se trata efectivamente de una patología. El Síndrome de Especialización en Comida se da en chicos entre 1 y 3 años con una baja adaptabilidad y vínculos muy acotados, coinciden distintos informes médicos al trazar el perfil del trastorno.

Es evidente que existe una patología. Las mamás y los pediatras la reconocen desde hace tiempo pero recién en los últimos años ha empezado a distinguirse en los congresos médicos con características propias dentro de los trastornos alimentarios, dice la psiquiatra Mabel Bello, titular de la Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia.

Si bien su desarrollo intelectual es normal, les cuesta mucho relacionarse. Uno los advierte con facilidad porque rehuyen la mirada; no les interesa abrirse socialmente; en el mejor de los casos se vinculan apenas con uno o dos miembros de su grupo familiar, que pueden ser la mamá y la abuela, señala la psiquiatra.

A su vez -agrega- llevan esa conducta al plano de la comida. Comen siempre lo mismo, lo que les da seguridad, y rechazan todo lo demás. He visto chicos que sólo se alimentan de chocolate y leche, o de ñoquis y yogurt; las elecciones son antojadizas y no responden necesariamente a alimentos que no engordan.

Tratar con un chico que se niega a comer -contra lo que imaginan a menudo quienes desconocen la experiencia- no es cosa fácil. Si bien suelen verse padres que no saben imponer normas, los chicos pueden ser muy tenaces: vomitan, escupen, son capaces de quedarse seis horas frente a un plato de comida sin tocarlo. No es sencillo: hay que tener ingenio para no violentarlos porque resulta peor.

Tal vez algunos pediatras dirán ‘cuando tenga hambre va a comer’, pero en la proyección -explica- lo que se ve es que estos chicos, que tienen una tendencia a la huida frente a lo nuevo, presentan a la larga otras dificultades de adaptación. Por eso lo que se intenta en los tratamientos es enseñarles a ampliar su campo de experiencias.