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El presidente Mujica hace una sincera reflexión sobre la crisis política y nuestro actual modelo de sociedad, conocido popularmente como Pepe Mujica es conocido también como el presidente mas pobre ya que dona a fondos de ayuda social un 90% de su salario cada mes y Dice a los cuatro vientos que «con ese dinero me alcanza, y me tiene que alcanzar porque hay otros uruguayos que viven con mucho menos».

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A continuación la transcripción de su discurso:

Autoridades presentes de todas las latitudes y organismos, muchas gracias. Y muchas gracias y nuestro agradecimiento al pueblo de Brasil y a su señora presidente. Y muchas gracias a la buena fe que seguramente han manifestado todos los oradores que me precedieron. Expresamos la íntima voluntad como gobernantes de acompañar todos los acuerdos que esta nuestra pobre humanidad pueda suscribir.

Sin embargo, permítasenos hacernos algunas preguntas en voz alta. Toda la tarde se ha estado hablando del desarrollo sustentable, de sacar inmensas masas de la pobreza. ¿Qué es lo que aletea en nuestras cabezas? El modelo de desarrollo y de consumo es el actuar de las sociedades ricas. Me hago esta pregunta: ¿qué le pasaría a este planeta si los hindúes tuvieran la misma proporción de autos por familia que tienen los alemanes? ¿Cuánto oxígeno nos quedaría para poder respirar?

Más claro: ¿el mundo tiene los elementos hoy, materiales, como para hacer posible que 7.000, 8.000 millones de personas puedan tener el mismo grado de consumo y de despilfarro que tienen las más opulentas sociedades occidentales? ¿Será posible? ¿O tendremos que dar algún día otro tipo de discusión? Porque hemos creado una civilización, en la que estamos, hija del mercado, hija de la competencia, que ha deparado un progreso material portentoso y explosivo. Pero lo que fue economía de mercado ha creado sociedades de mercado, y nos ha deparado esta globalización. ¿Y estamos gobernando a la globalización o la globalización nos gobierna a nosotros? ¿Es posible hablar de solidaridad y de que estamos todos juntos en una economía que está basada en la competencia despiadada? ¿Hasta dónde llega nuestra fraternidad?

Nada de esto lo digo para negar la importancia de este evento. No. Por el contrario. El desafío que tenemos por delante es de una magnitud de carácter colosal y la gran crisis no es ecológica, es política. El hombre no gobierna hoy las fuerzas que ha desatado. Sino que las fuerzas que ha desatado gobiernan al hombre.

¿Y la vida? Porque no venimos al planeta para desarrollarnos en términos generales. Venimos a la vida intentando ser felices. Porque la vida es corta y se nos va. Porque ningún bien vale como la vida y esto es elemental. ¿Pero si la vida se me va a escapar trabajando y trabajando para consumir? La sociedad de consumo es el motor, porque en definitiva, si se paraliza el consumo o se detiene, se detiene la economía, y si se detiene la economía, es el fantasma del estancamiento para cada uno de nosotros.

Pero ese hiperconsumo a su vez es el que está agrediendo al planeta. Y tiene que generar ese hiperconsumo cosas que duren poco porque hay que vender mucho. Y una lamparita eléctrica no puede durar más de mil horas prendida. Pero hay lamparitas eléctricas que pueden durar 100.000, 200.000 horas. Pero ésas no se pueden hacer. Porque el problema es el mercado. Porque tenemos que trabajar. Porque tenemos que tener una civilización de uso y tire. Y estamos en un círculo vicioso.

Estos son problemas de carácter político que nos están diciendo la necesidad de empezar a luchar por otra cultura. No se trata de plantearnos volver al hombre de las cavernas ni tener un monumento del atraso. No podemos indefinidamente continuar gobernados por el mercado, sino que tenemos que gobernar el mercado. Por eso digo que el problema es de carácter político.

En mi humilde manera de pensar, porque los viejos pensadores lo definían, Epicúreo, Séneca, los aymaras, pobre no es el que tiene poco, sino que, verdaderamente, pobre es el que necesita infinitamente mucho y desea y desea y desea más y más. Esta es una clave de carácter cultural.

Entonces, quiero saludar el esfuerzo y los acuerdos que se hacen. Y lo voy a acompañar como gobernante. Porque sé que algunas cosas de las que estoy diciendo rechinan. Pero tenemos que darnos cuenta de que la crisis del agua, que la crisis de la agresión al medio ambiente, no es una causa. La causa es el modelo de civilización que hemos montado y lo que tenemos que revisar es nuestra forma de vivir.

Pertenezco a un pequeño país muy bien dotado de recursos naturales para vivir. En mi país hay tres millones de habitantes. Poco más de tres millones doscientos mil. Pero hay trece millones de vacas de las mejores del mundo. Cerca de ocho o diez millones de ovejas estupendas. Mi país es exportador de comida, de lácteos, de carne. Es una plenillanura. Casi el 80% de su territorio es aprovechable.

Mis compañeros trabajadores lucharon mucho por las ocho horas de trabajo. Ahora están consiguiendo seis horas. Pero el que consigue seis horas se consigue dos trabajos y por lo tanto trabaja más que antes. ¿Por qué? Porque tienen que pagar una cantidad de cuotas. La motito que compró. El autito que compró. Y pague cuotas y pague cuotas. Y cuando quiere acordar es un viejo reumático como yo y se le fue la vida.

Uno se hace estas preguntas: ¿ese es el destino de la vida humana? Estas cosas son muy elementales. El desarrollo no puede ser en contra de la felicidad, tiene que ser a favor de la felicidad humana, del amor, de las relaciones humanas, de cuidar a los hijos, de tener amigos, de tener lo elemental. Precisamente porque eso es el tesoro más importante que se tiene. Cuando luchamos por el medio ambiente, el primer elemento del medio ambiente se llama la felicidad humana. Gracias.

El octavo planeta estaba habitado por un nativo digital. Tenía un smartphone en la mano y no cesaba de tocarlo con los dedos.

-¡Buenos días! –dijo el principito.

-¡Buenos días! –respondió cortés mente el nativo, pero no alzó la mirada de su aparato. Las yemas de sus dedos no cesaban de posarse sobre la pantalla.

– ¿Qué haces? – preguntó el principito.

– Converso con mis amigos – contestó el nativo sin alzar la mirada.

– Pero estás solo. ¿Dónde están tus amigos?

– Por ahí… Por allá…- contestó el nativo.

– ¿Vamos a mirar un atardecer?

– No puedo – contestó el nativo. – Estoy conversando con mis amigos.

– Pero estás solo.

– No, algunas veces nos vemos en persona. Pero la mayor parte del tiempo nos comunicamos por aquí. Es mucho mejor, no tengo que ir a ningún lado y ellos tampoco.

– ¿Y de qué sirve tener amigos si casi nunca los ves?

– Me ahorra tiempo.

– ¿Tiempo para qué? – preguntó el principito.

– Para conversar con mis amigos.

«Tal vez no vale la pena tener amigos – pensó el principito – si uno siempre va a estar solo.»

Fuente: facebook.com