Desde que me conozco, la industria alimentaria ha invertido demasiada publicidad señalando que los productos lácteos son indispensables para un buen desarrollo de las funciones vitales para el ser humano, y después de que los niños dejan de tomar leche materna humana, se continúa su alimentación basada en leche de vaca.
Han hecho un buen trabajo porque tenemos esa idea tan arraigada que muchas personas no conciben su vida sin consumir lácteos de origen animal. Incluso, si son “intolerantes a la lactosa”, prefieren consumir un tipo de leche “deslactosada”, o sea refinada o fraccionada que dejar de consumirla totalmente.
Observando la naturaleza, nos damos cuenta que ningún animal en su estado salvaje consume leche después de su destete y menos leche de otra especie.
La sola idea de consumir leche de alguna mujer de nuestra familia que esté lactando nos parece repulsiva. Esto se debe a que la leche materna humana la necesitamos sólo en nuestros primeros años de vida, es por esto que nuestro cuerpo hasta el momento del destete segrega la enzima lactasa que ayuda a desdoblar la proteína lactosa de la leche. En adelante, como dejamos de producir dicha enzima, no asimilamos correctamente este alimento y por eso en parte se genera la intolerancia. Tampoco es agradable la idea de un humano tomando leche directamente de la ubre de la vaca.
Y es en parte lo que genera la intolerancia, porque cada tipo de leche es adecuada para cada tipo de cría: así la leche de vaca es ideal para los terneros, la leche de cabra para sus cabritos, la leche de humano para los bebés.
Cada una tiene una composición diferente adecuada para cada especie. Así por ejemplo el porcentaje de proteína de la leche humana es un 0.9% y el de la leche de vaca de un 3 a 4%.
La composición química de la leche de vaca con respecto a la leche humana es diferente no sólo en proteína sino también en grasa, calcio y otros nutrientes, con lo que al ingerir leche de otras especies creamos desequilibrios internos en nuestro organismo que producen enfermedad.
Esto lo aprendió en su propio cuerpo Jane Plant1, geóloga y química británica, quien tuvo cáncer de seno, y descubrió después de investigaciones acompañada de su esposo, la relación existente entre el cáncer y el consumo de lácteos. Se dio cuenta que en los países orientales no se consume leche de vaca habitualmente y la tasa de cáncer en China en el momento de su estudio era de 1 de cada 10.000 mujeres y en su país Inglaterra era de 1 de cada 12 mujeres. Experimentando, dejó de consumir leche de vaca y todo tipo de lácteos como yogurt, queso y sus derivados y, con sorpresa para ella y los médicos que la trataban, en cuestión de pocos días su cáncer con metástasis avanzadas se desvaneció y desapareció. Este caso lo tiene documentado en su libro “Your Life in your hands».
Otra idea que tenemos arraigada producto de la publicidad de los lácteos es que si no los consumimos podríamos en nuestra edad adulta sufrir de osteoporosis por deficiencia de calcio. Pues hay estadísticas que dicen que los países con mayor producción y consumo de leche de vaca también son los que mayor índice de osteoporosis de sus habitantes tienen. Y los países en donde los lácteos animales no se consumen o se consumen muy poco la osteoporosis no existe, es una rara enfermedad para sus habitantes. Esto está documentado el libro Estudio China del Dr. Collin Campbell, y en otra cantidad de publicaciones de revistas médicas2.
Cuando tenemos enfermedades respiratorias como flemas, se recomienda evitar el consumo de lácteos, debido a que son altamente formadores de moco. La mucosa que generan en los intestinos predispone a todo tipo de infección de mucosas cómo infecciones de oído, resfríos, y sus enfermedades relacionadas.
A todo lo anterior se suma la forma de producción láctea actual que para tener un mejor rendimiento inyectan a las vacas hormonas, antibióticos y cantidad de químicos tóxicos que son transmitidos a la leche sin que con el proceso de pasteurización se eliminen completamente.
Consumiendo una dieta balanceada basada mayoritariamente en frutas y verduras, algas, semillas y frutos secos en menor cantidad, obtenemos todos los nutrientes necesarios, además de realizar ejercicio físico con regularidad.
Afortunadamente hay alternativas para las personas que les es difícil dejar de consumir lácteos de origen animal y son las leches vegetales por ejemplo, almendras, ajonjolí, quinoa, amaranto, avena, etc, que son deliciosas y se pueden variar cada vez para tener un gusto y nutrientes diferentes. También se pueden preparar quesos y helados y otras múltiples recetas para la transición a llegar a no depender de éstos en absoluto.
- Esta es la página de Jane Plant http://www.cancersupportinternational.com/janeplant.com/
- En esta página encuentras referencia a esos estudios http://www.4.waisays.com/CalcioExcesivo.htm