Millones de palabras, decenas de libros y películas y 30 años en la escena internacional determinaron el pasaje de Mandela de hombre a mito, y de político a santo. Mandela es un ser humano inusitado y extraordinario.
Fue el encarcelamiento de Mandela en Robben Island durante 20 años gobierno de su partido. Con frecuencia, Mandela se ha referido de palabra o por escrito a la forma en que el encarcelamiento en “La isla” le proporcionó un ingrediente esencial a su lucha: “tiempo para pensar”, según sus propias palabras. Tiempo para madurar políticamente y para elaborar estrategias.
Uno de los elementos clave en su trato con los guardianes fue su dominio del afrikaans, detestado por la mayoría poblacional negra como el idioma de la opresión. Esta elección no fue accidental. Conocer la lengua madre del enemigo era un arma esencial en la batalla. Durante todo su encarcelamiento leyó historia, poesía y filosofía en afrikaans con avidez, e insistió en que sus compañeros presos hicieran lo mismo.
Mandela aprendió sobre el “enemigo afrikaner” en términos humanos gracias a los guardias de su prisión. En palabras de uno de sus biógrafos: “aprendió las lecciones de la naturaleza humana en la Universidad de Robben Island”. Según el propio Mandela: “Al momento de llegar a Robben Island, comenzó un debate entre nuestros guardias afrikaners: algunos decían: Tratemos a esta gente con rigor para que respeten la supremacía blanca; otros decían: Su bando triunfará en última instancia; debemos tratarlos de forma tal que cuando ganen no instauren un gobierno revanchista. “Establecimos una relación muy fuerte hablando con los guardias y convenciéndolos de que nos trataran como seres humanos. Y la lección que aprendimos fue que una de las armas más poderosas es el diálogo”, dijo Mandela.
La evolución política de Mandela fue pasar de agitador a moderador político. Mandela afiló sus dientes políticos en la Liga Juvenil militante del Congreso Nacional Sudafricano, que él ayudó a establecer. Pero para 1964, durante su juicio por “alta traición”, ya había sembrado la semilla que sugería, inclusive entonces, que el monolito blanco no sería reemplazado por su equivalente negro.
De todos modos, en su famoso discurso desde el banquillo de los acusados, Mandela esbozó una visión que sostuvo durante el resto de su vida política: “He luchado contra el dominio blanco y contra el dominio negro. He atesorado el ideal de una democracia y una sociedad libre, en la que las personas vivan en armonía y con iguales oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y que espero alcanzar.