Cuando revisamos nuestros objetivos, nos damos cuenta de que no hemos logrado aquello que deseábamos, lo que nos habíamos propuesto lograr para determinada fecha, ya sea que nos hayamos quedado cortos, o ni siquiera estamos ni remotamente cerca de lo que pensábamos lograr.
Los objetivos más comunes que pueden generar frustración son: lograr un mayor ingreso, lograr un viaje, conseguir una pareja, formar una familia, cambiar de trabajo, bajar de peso, emprender un negocio, comprar una casa, etc.
La frustración de metas no alcanzadas puede ser muy intensa, y provocar ansiedad, depresión y baja autoestima. Nos atormentamos pensando en por qué no logramos lo que deseamos. Nos comparamos con otros que sí lo han logrado, y eso nos hace sentir peor.
La realidad es que si no has logrado lo que deseas al día de hoy, una sola cosa es definitiva: no has logrado lo que deseas hasta el día de hoy. Es un hecho. Si no lo has logrado, no lo has logrado y esa es la realidad. Por lo menos no lo has logrado hasta el día de hoy. Pero la verdad es que tienes dos alternativas al reconocer esta verdad: o la sufres, o la aceptas.
Si decides sufrirla, te pasarás un buen rato sintiéndote mal, triste, sin motivación, y preguntándote por qué tú no puedes ser feliz como otros. Te pelearás con esa realidad y te molestarás con la vida. Esto de ninguna manera va a cambiar la realidad, que es que al día de hoy no tienes aquello que deseabas.
Si decides aceptar esta realidad, dejarás de pelearte y de resistirte a ella. Esto te ayudará a algo muy importante que es: aceptar que las cosas son como son. El aceptarlo te permite relajarte y resignarte a esa realidad, lo cual a su vez te permite disfrutar aquello que sí tienes al día de hoy.
Piénsalo y decide si es más inteligente enojarte con la vida por lo que no has logrado, o mejor disfrutas lo que si es una realidad hoy, y mientras sigues en la búsqueda de aquello que anhelas, pero con una actitud de disfrute y alegría.