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El fisiólogo Hans Seyle describe el estrés como una respuesta orgánica de tres fases:

Fase de Alarma: Preparación de respuestas adaptativas.

Fase de Resistencia: presentación de respuestas y participación de procesos emocionales y psíquicos, para restablecer el equilibrio.

Fase de Agotamiento: cuando el organismo ya no es capaz de generar más respuestas adaptativas, se satura la capacidad de adaptación y se presenta la desadaptación alterándose la homeostasis orgánica.

Las anteriores fases indican lo nocivo que puede llegar a ser el estrés, pero aún así no es causa directa de enfermedades. El estrés no causa la enfermedad sino que impide la recuperación porque baja las defensas del cuerpo y aumenta la sensibilidad de la persona a los problemas físicos que han existido anteriormente.

Múltiples estudios clínicos han demostrado que la palabra más adecuada para describir la relación entre estrés y salud es impacto, pues los factores psicosociales no son causa de enfermedad, sino que desempeñan un rol en la alteración de la susceptibilidad del paciente a las enfermedades.

Estudios han demostrado que estresores potenciales como: grandes cambios en la vida, situaciones vitales crónicas y pérdida del apoyo social, están relacionados con enfermedades cardiovasculares, debido a que la secreción de hormonas durante el estrés parecen contribuir en este tipo de enfermedades, ya que: incrementan la tendencia de coagulación de la sangre.

En cuanto a la contracción de enfermedades infecciosas como virus del herpes o de la gripe, el estrés influye ya que debilita la acción del sistema inmunológico.


Durante años, los médicos han advertido que el exceso de sal es malo para el corazón. Un nuevo estudio de la Universidad McMaster de Canadá sugiere que tanto los niveles altos como los bajos de consumo de sal puede predisponer a las personas con enfermedad cardiaca o diabetes a tener un mayor riesgo de complicaciones cardiovasculares.

El estudio ha viso que la ingesta moderada de sal se asociaba con un menor riesgo de eventos cardiovasculares, mientras que una mayor ingesta de sodio se asociaba con un mayor riesgo de ictus, ataque cardíaco y otros eventos cardiovasculares, mientras que una baja ingesta se asociab con un mayor riesgo de muerte cardiovascular y hospitalización por insuficiencia cardíaca congestiva.

La investigación aborda una cuestión importante para la salud de la población como es la asociación entre la ingesta de sal y la enfermedad cardiovascular. Para el estudio se examinó a 28.880 personas con el mayor riesgo de enfermedad cardiaca en los ensayos clínicos realizados entre 2001 y 2008.

Los hallazgos ponen en cuestión las directrices actuales para el consumo de sal, que recomiendan a menos de 2,3 gramos por día. Las directrices se basan principalmente en los ensayos clínicos previos que encontraron que la presión arterial disminuye ligeramente cuando la ingesta de sodio se reduce a este nivel, algo que también se encontró en el presente estudio.

Los investigadores creen que aclarar cúal es la dosis óptima diaria de sodio es particularmente importante en pacientes con enfermedad coronaria, ya que pueden ser especialmente vulnerables a los efectos cardiovasculares de una ingesta muy alta o baja de sal y tienen más probabilidades de recibir recomendaciones sobr

Todas las personas sienten miedo alguna vez. Quizás los miedos más tempranos son aquellos que ponen en peligro nuestra sensación de seguridad como la oscuridad, el estar solos, el sentirnos abandonados.

Así como hay miedos innatos también hay aprendidos. Los miedos innatos han evolucionado a lo largo del tiempo y forman parte de la supervivencia. Dentro de los miedos innatos, hay una categoría que se refiere a los miedos preparados. Estos miedos no están activos al nacer, pero tienen la tendencia a accionarse rápidamente bajo determinadas circunstancias. Los miedos más comunes de éste tipo son los miedos a las arañas, serpientes, alturas y lugares cerrados, y se presentan en todas las culturas.

Los miedos aprendidos se generan debido a determinadas experiencias particulares que experimenta una persona y que le generan un miedo a un estímulo determinado. Todos los animales aprenden a tener miedo de aquello en el medio que les causa dolor o sufrimiento. Los seres humanos hemos aprendido no sólo a tener miedo de aquello que nos puede causar dolor físico, sino también de aquello que nos causa dolor emocional como humillación, culpa, desesperanza, arrepentimiento, etc.

El miedo es una alarma que nos avisa de la existencia de un peligro, con lo cual se activa todo un sistema de alerta tanto fisiológico como psicológico, para superar la amenaza y conservar la vida. Es un mecanismo útil ya que sin el miedo, no tendríamos cautela ante situaciones como acercarnos a una serpiente venenosa, cruzar la calle sin fijarnos si vienen coches o aventarnos de un avión sin paracaídas, por nombrar unos ejemplos.

El miedo es nuestra emoción más primaria. El miedo intenso toma control de todo lo que esté en nuestra mente y de nuestro cuerpo. Al sentir un peligro intenso, perdemos el interés por comer, dormir, por el sexo, o por cualquier otra cosa que no sea el buscar la manera de superar la amenaza.


Un hombre puede vivir 10 días sin comer, 4 días sin beber, pero no puede pasar más de 3 minutos sin respirar. Con la respiración se purifica la sangre y se expulsan los deshechos tóxicos celulares.

El aire que respiramos contiene: nitrógeno 78%, oxígeno 21%, gas carbónico 0.03%, vapor de agua 0.01 gr, argón, neón,  kriptón, helio, 1%. Por cada 100 litros de aire que respiramos tomamos: nitrógeno 78%, oxigeno:16.5 L.,  Gas carbón: 4.5 L, vapor de agua 4gr. Argón, neón kripton.

El consumo normal de oxígeno de una persona adulta por minuto es aproximadamente:

En reposo 520 c.c.
Andando 600 c.c.
Trotando 1.500 c.c.
Carrera de fondo 2.500 c.c.
Carrera de velocidad 3.000 c.c.

La persona adulta en reposo respira unas 16 veces por minuto, este ritmo varia según la edad, la constitución, la actividad que se esta realizando y claro su estado anímico.

La respiración correcta consiste en inspirar y espirar por la nariz, porque es un filtro natural que detiene impurezas, polvo y otras materias  nocivas, y es un termorregulador de la temperatura y de la humedad del aire que a través de ella penetra en los pulmones.

Una respiración correcta mantiene el equilibrio ácido-base  de la sangre. La respiración completa es la mejor forma de respirar por lo que todo el mundo debería conocerla y practicarla. El tiempo de la espiración debe ser igual al de expiración.

La Respiración Completa: activa la circulación y mejora la oxigenación general del organismo, desintoxica las células nerviosas, mejora los procesos patológicos tales como: gota, artritis. Estimula la actividad de las glándulas de secreción interna, facilita llegar al estado de calma o relajación, en fin revitaliza el organismo.

Cuando nuestro ser, cuerpo-mente se perturba o altera, la respiración que preside todos los actos de la vida se altera también, como fiel reflejo del estado de ánimo en que nos encontramos. Pero de la misma manera, dada su gran influencia sobre el sistema nervioso constituye el mejor medio para restablecer la normalidad física y mental o emocional, y así calmar la respiración es sinónimo de calmar los nervios y relajarse.