Exiten cientos de sitios de citas en Internet (Páginas especializadas para encontrar pareja) y cada uno funciona de modo ligeramente diferente, pero en líneas generales lo hacen así: el usuario compone un anuncio personal sobre sí mismo que suele incluir una foto, estadísticas vitales, su nivel de ingresos, nivel educativo, gustos y aficiones. Si alguien encuentra el anuncio atractivo, le escribirá por correo electrónico y quizá concierte una cita. En muchas páginas web, el usuario también especifica los objetivos de contacto: «relación estable», «amante casual» o «sólo ver».

Podemos formular las siguiente preguntas: ¿hasta qué punto son francas las personas en lo que se refiere a compartir información personal? ¿qué tipo de información de los anuncios personales se considera más atractiva y cuál menos?

Recientemente dos economistas y un psicólogo se unieron para intentar dilucidar estas cuestiones. Ali Hortaçsu, Günter J. Hitsch y Dan Ariely analizaron los datos de una de las páginas de contactos, centrándose en aproximadamente treinta mil usuarios, la mitad de ellos en Boston y la otra mitad en San Diego. El 57% de dichos usuarios eran hombres, y la media de edad de todos los usuarios era de entre 26  y 35 años.

Pese a representar una mezcla racial aceptable, éstos eran predominantemente blancos.

También eran mucho más ricos, altos, delgados y atractivos que la media. O eso al menos escribían acerca de sí mismos. Más del 4% de los usuarios de la página afirmaba ganar más de 200.000 dólares al año, pese a que menos del 1% de los usuarios típicos de Internet ganan tanto, lo que sugiere que tres de cada cuatro estaban exagerando. Tanto los hombres como las mujeres solían declarar que medían cerca de cinco centímetros por encima de la media

nacional. Y en cuanto al peso, los hombres respondían a la media nacional, pero las mujeres declaraban pesar cerca de nueve kilos menos que ésta.

Más extraordinario todavía es el hecho de que al menos el 70% de las mujeres declaraba una belleza «por encima de la media», incluido un 24% por ciento que presumía de ser «muy guapa».

Los hombres también eran guapísimos: el 67% se definía a sí mismo como «por encimade la media», incluido un 21% por ciento que afirmaba ser «muy guapo». Esto deja sólo un 30% de los usuarios con un aspecto «medio», lo que sugiere que el contacto típico de Internet es mentiroso, narcisista o sencillamente tiene una idea muy particular del significado de «media». (O quizá, sencillamente, todos sean realistas: como cualquier agente inmobiliario sabe, la casa típica no es «encantadora» o «fantástica», pero a menos que lo diga, nadie se molestará en echarle un vistazo.) El 28% de las mujeres de la página web declaraban ser rubias, un número bastante superior a la media, lo cual indica grandes dosis de tinte, de mentira, o de ambos.

Algunos usuarios, por otra parte, se mostraron sinceros de una forma reconfortante. El 8% de los hombres -cerca de uno de cada doce- reconocía estar casado, y la mitad de ese 8% se declaraba «felizmente casado». Pero el hecho de que fuesen sinceros no significa que fueran imprudentes. De los 258 «felizmente casados» del estudio, sólo el 9% decidió colgar una foto suya. El riesgo de que sus esposas descubriesen el anuncio personal evidentemente pesaba más que la recompensa de conseguir una amante.

De las múltiples formas de fracasar en una página web de contactos, el hecho de no colgar una foto representa quizá la más segura. (No es que la foto sea necesariamente del usuario; perfectamente puede tratarse de un desconocido con mejor aspecto, pero tal decepción se volvería en su contra con el tiempo.) El hombre que no incluye su foto obtiene un 25% menos de respuestas que uno que sí lo hace; la mujer que no la incluye sólo obtiene una sexta parte. Un hombre de ingresos bajos, escasa educación, insatisfecho laboralmente, no muy atractivo, con ligero sobrepeso y calvicie incipiente que cuelga su foto tiene mayores posibilidades de recibir algunos mensajes que el que afirma ganar 2Q0.000 dólares y ser enormemente atractivo pero no cuelga su foto. Existen multitud de razones para no colgar una foto -supone un reto técnico, le avergüenza la posibilidad de que un amigo suyo la descubra o sencillamente no posee ningún atractivo-, pero como en el caso de un flamante coche con un anuncio de «se vende», los compradores potenciales asumirán que oculta algo verdaderamente grave bajo el capó.

Ya resulta bastante difícil conseguir una cita. El 57% de los hombres que cuelgan anuncios no recibe un e-mail siquiera; el 23% de las mujeres no logra ni una sola respuesta. Los rasgos que sí obtienen gran cantidad de respuestas, por otra parte, no sorprenderán a nadie que posea un conocimiento superficial de los sexos.

De hecho, las preferencias expresadas por las personas que se citan online encajan perfectamente con los estereotipos más comunes sobre hombres y mujeres.

Por ejemplo, los hombres que afirman desear una relación estable obtienen resultados mucho mejores que los que dicen buscar una amante ocasional. En cambio, las mujeres que buscan un amante ocasional tienen mucho éxito. Para el hombre, el aspecto de una mujer es de vital importancia. Para la mujer, el salario de un hombre es enormemente relevante. Cuanto más rico es un hombre, más e-mails recibe. Pero el salario de una mujer constituye un dato peligroso: los hombres no desean salir con una mujer que gane poco, pero si empieza a ganar demasiado, huyen de ella. Los hombres desean salir con estudiantes, artistas, músicas, veterinarias y celebridades (al tiempo que evitan a secretarias, jubiladas y mujeres en las fuerzas militares o de seguridad del estado). Las mujeres sí desean salir con militares, policías y bomberos (posiblemente como resultado del Efecto 11-S, al igual que el incremento de los pagos en el negocio de rosquillas de Paul Feldman) y abogados y ejecutivos financieros. Las mujeres evitan a los peones, actores, estudiantes y hombres que trabajan en servicios alimentarios y hostelería. Para los hombres ser bajo representa una gran desventaja (probablemente el motivo por el que tantos mienten acerca de su estatura), pero el peso no tiene excesiva importancia. Para las mujeres, el sobrepeso es mortal (probablemente el motivo por el que mienten). Para un hombre, tener el cabello pelirrojo o rizado es deprimente, al igual que la calvicie, aunque una cabeza rapada no constituye un problema. Para una mujer el cabello blanco y negro está mal, mientras el cabello rubio tiene aproximadamente el mismo valor que una carrera universitaria, y si se comparan los cien dólares que cuesta teñirse el cabello en la peluquería con los cien mil de gastos de matrícula, resulta muchísimo más barato.

Además de toda la información acerca de salario y rasgos físicos, hombres y mujeres especificaban su raza. También se les pidió que indicaran una preferencia en cuanto a la raza de sus citas potenciales. Las dos preferencias eran «la misma que yo» o «no importa». Como los concursantes de El eslabón más débil, los usuarios de la página web declaraban así públicamente lo que sentían hacia personas físicamente distintas. Más adelante, en e-mails confidenciales dirigidos a las personas con las que deseaban salir, actuarían según sus verdaderas preferencias.

Aproximadamente la mitad de las mujeres blancas de la página web y el 80% de los hombres blancos declararon que la raza no les importaba. Pero los datos de respuesta indican algo bien distinto. El 90% de los hombres blancos que afirmaron que no les importaba la raza enviaron sus e-mails a mujeres blancas. El 97% de las mujeres que dijeron que la raza no importaba enviaron sus mensajes a hombres blancos. `

¿Es posible que la raza nunca importase realmente a estos hombres y mujeres blancos y que sencillamente no dieron con ninguna persona no blanca que les interesara? ¿O, lo que es más probable, dijeron que no les importaba la raza porque querían aparecer -especialmente ante compañeros potenciales de su misma raza como abiertos de miras?

El abismo entre la información que proclamamos públicamente y la información que sabemos que es cierta es a menudo inmenso.  Expuesto de una forma más familiar: decimos una cosa y hacemos otra.

* Articulo extractado del Libro: Freakonomics – Un economista políticamente incorrecto explora el lado oculto de lo que nos afecta, escrito por Steven Levitt y Stephen J. Dubner.

En 1984 Paul Feldman, un economista norteamericano, inició un peculiar negocio basado en la honradez de sus clientes. Feldman distribuía temprano cada mañana cestas con rosquillas, que dejaba, sin vigilancia alguna, en distintas ocicinas en Washington. Junto a las cestas colocaba un cartel que indicaba el precio de las roscas el cual erá de un dolar y una cajita donde la gente debía depositar el dinero. Luego el empresario pasaba nuevamente por las oficinas recogiendo las cestas con las roscas restantes y el dinero recolectado.

El negocio de Feldman, según se reseña en el libro Freakonomics (Steven Levitt y Stephen Dubner), prosperó rápidamente y en pocos años estaba distribuyendo unas 8 mil roscas semanales entre 140 compañías.

Al principio, Feldman dejaba una cesta abierta para las monedas, pero el dinero se desvanecía con excesiva frecuencia. Entonces probó con un bote de café con una ranura en la tapa de plástico, que también resultó demasiado tentador. Al final, tuvo que fabricar pequeñas cajas de contrachapado con una ranura en la parte superior. La caja de madera había funcionado. Cada año deja cerca de siete mil cajas y pierde, de media, sólo una por robo. Una estadística interesante: las mismas personas que automáticamente roban más del 10% de sus rosquillas casi nunca se rebajan a robar su caja del dinero, un tributo al matizado valor social del robo.

Los datos también demuestran que las oficinas pequeñas son más honradas que las grandes. Una oficina con pocas decenas de empleados generalmente paga de un 3% a un 5% más que otra con varios cientos. Esto tal vez parezca contrario a lo que debería dictar lo intuitivo. En una oficina más grande, seguro que se reúne un mayor número de personas alrededor de la mesa de las rosquillas, lo que proporciona más testigos de que quien toma una rosquilla introduce su dinero en la caja. Pero en la comparación oficina grande/ oficina pequeña, el delito en relación con las rosquillas parece reflejar lo que ocurre en la calle. Existe mucha menos delincuencia callejera per cápita en las zonas rurales que en las ciudades, en gran parte porque un delincuente rural tiene más probabilidades de ser conocido (54 por lo tanto, atrapado). Además, una comunidad más pequeña tiende a emplear mayores incentivos ¿sociales contra el crimen, el principal de los cuales es la vergüenza. Los datos de las rosquillas también reflejan cuánto afecta a la honradez el humor en que uno se encuentra. El tiempo, por ejemplo, constituye un factor fundamental. El buen tiempo anormal en una época del año determinada estimula a la gente a pagar, mientras que el tiempo frío hace que la gente tenga tendencia a engañar, y lo mismo ocurre con la lluvia 0 el viento fuertes. Las vacaciones son aún peores. *

Feldman también llegó a sus propias conclusiones acerca de la honradez, basándose más en la experiencia que en los datos. Ha llegado a creer que el estado de la moral es un factor importante:

Cuanto más a gusto están con sus jefes y su trabajo, más honrados son los empleados de una oficina. También considera que cuanto más arriba en el escalafón se encuentran los  trabajadores, más propensos a engañar son, Llegó a esta conclusión tras servir durante años a una empresa distribuida en tres plantas: una planta ejecutiva superior y dos inferiores ocupadas por los empleados de ventas, servicios y administración. (Feldman se preguntaba si quizá los ejecutivos engañaban debido a un sentido excesivamente desarrollado de sus privilegios. Lo que no consideró es que quizás engañar fue lo que los llevó a llegar a ejecutivos.) *

La Conclusión fue:

Aunque un gran porcentaje de personas hace trampa, también hay un gran porcentaje de personas que no hacen trampa. La honestidad de la gente quedo demostrada, aunque algunos de sus amigos economistas le dijeron que el sistema nunca funcionaría, Feldman descubrió que la tasa de pagos era de 87%. Es decir, no todo el mundo pagaba, pero al menos 87% es decir que la mayoria de las personas si son honestas!

* Apartes tomados del Libro: Freakonomics – Un economista políticamente incorrecto explora el lado oculto de lo que nos afecta, escrito por Steven Levitt y Stephen J. Dubner.

Para Trout y Rivkin, el sentido común es:

«El sentido Común es la facultad que posee la mayoría de las personas, para juzgar razonablemente las cosas».

Otra definición:

«El sentido común es el conocimiento que se adquiere por medio de la experiencia y a través de los sentidos, de una manera espontánea»

Pero según estas definiciones este conocimiento o facultad puede variar drásticamente, ya que cada uno de nosotros hemos tenido una experiencia de vida diferente.

Podríamos decir entonces que el llamado «Sentido Común» no es ninguno de los sentidos que todos tenemos en común, como: el sentido de la vista, el sentido de tacto, el sentido del oído o el sentido del gusto.

El sentido común es pues  la razón por la cual los seres humanos actuamos de cierta forma ante una situación: siguiendo ciertas acciones sin conocer los motivos, más bien guiados por la experiencia.  El sentido común funciona muy bien en el campo de las cosas obvias como por ejemplo, es esa vocecita que te dice que no te arriesgues a caminar al borde de un balcón porque puedes caerte y herirte.  Simplemente considera el resultado, las diferentes formas de realizar las cosas, así como los riesgos de cada uno de estos caminos, para finalmente determinar cual es el mas conveniente. Eso es sentido común.

Es por esto que alguien nos puede llamar la atención ante alguna acción errónea, ¿por qué hizo esto o aquello de tal manera?  ¿Por que no siguió el sentido común?….

Suponemos que la gente feliz e infeliz nace así. Pero estos dos grupos de personas hacen cosas que crean y refuerzan sus estados de ánimo. Las personas felices realmente lo son porque se permiten ser felices, mientras que las personas infelices aunque suene paradójico hacen cosas que las entristecen.

¿Cuál es la primera señal de un negocio bueno? Un plan de negocios bueno. Éste es el argumento principal de la Administración Estratégica, esta ciencia dice que para que un negocio sea exitoso, primero se debe definir una estrategia que lo logre. Para esto debe preguntarse cual es el propósito del negocio.

Asi mismo, las personas deben definir primero que es lo que quieren, y luego usar una estrategia para conseguirlo.

Los niños son expertos en eso, de pequeños saben cuando molestar para conseguir un helado, y se vuelven incansables, hasta conseguir su cometido. También son consientes que molestar en ciertas ocasiones solo proporcionará una reacción desfavorable, así que usan un estrategia y saben guiarla para conseguir lo que desean.

De adultos es igual, la analogía es paralela a conseguir un helado, y el helado se llama «Felicidad«; asi que piensa que te hace feliz y que te entristece, y utiliza este conocimiento para ayudarte a conseguir lo que finalmente quieres.

La culpabilidad es una herramienta útil para manipular a los demás y una daga en nuetro crecimento personal. Una vez desconectado el mecanismo de culpa, desaparece la posibilidad de ser controlado y manipulado emocionalmente.

Al final es necesario considerar que la culpa es una emoción auto-anulante, es una elección personal, es una reacción que podemos controlar si hemos entendido el mecanismo que la produce. Uno puede vivir culpable toda la vida, pero la emoción de sentirse libre de toda culpa es como haber recuperado la inocencia, como cuando después de un día nublado por fin sale el sol.

Aprender a dejar vivir a los demás. Aprender a usar la libertad tuya y a respetar la de los demás. Aprendamos a dejar de sentirnos culpables y ya no seremos manipulados por personas que quieren manejarnos a su antojo.

La autoestima se refiere a la confianza básica en las propias potencialidades, y apunta a dos componentes esenciales: La valía personal y satisfacción en la vida.

La valía personal es la valoración positiva o negativa que la persona tiene de su autoconcepto (imagen de sí mismo), incluyendo las emociones asociadas con esta valoración y las actitudes respecto de sí mismo. El sentimiento de capacidad personal alude a las expectativas que tiene una persona de ser capaz, de hacer de manera exitosa lo que tiene que hacer, es decir, su autoeficacia. En la adolescencia, la autoestima juega un rol muy importante en la configuración de la personalidad y podría verse debilitada, entre otras, por los cambios experimentados en la imagen corporal y la formación propia de una escala de valores y juicios.

La satisfacción con la vida es el componente cognitivo que se define como el sentimiento de bienestar en relación consigo mismo en la propia vida, diferenciándose de la aprobación-desaprobación o el grado de satisfacción con las condiciones objetivas de vida.

Las personas que evidencian una alta satisfacción con la vida poseerían una adecuada salud mental, ausente de estrés, depresión, afectos negativos o ansiedad.

Las personas difíciles existen en todas partes, ya sean compañeros, superiores, clientes, etc. Mientras que la mayoría de nosotros ofrece un trato de respeto y consideración a las otras personas, existen aquéllos que, por alguna razón, no parecen poder controlar su capacidad de infligir malestar emocional a otros.

Bob Bramson, investigador en psicología de la Universidad de Stanford, denomina «hostil/agresivo» a este tipo de abusadores verbales.

En la realidad, todos nosotros conocemos o tenemos que tratar diariamente con personas problemáticas. La manera cómo usted maneje a estos «asesinos de relaciones» determinará no sólo cuánto sea usted capaz de lograr en su trabajo, sino también en su vida privada.
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caminando

Las creencias ejercen una poderosa influencia sobre nuestras vidas. Así mismo resultan notablemente difíciles de cambiar por medio de las normas tradicionales de pensamiento lógico o racional.

Existe sobre esto una anécdota narrada por el psicólogo humanista Abraham Maslow, acerca de un paciente que estaba siendo tratado por un psiquiatra. Aquella persona rehusaba tomar bocado o cuidar de sí misma, aduciendo que era un cadáver.

El psiquiatra pasó largas horas argumentando con aquel paciente, para intentar convencerlo de que no era un cadáver. Por fin le pregunto si los cadáveres sangraban, a lo que el enfermo respondió: «Por supuesto que no; todas sus funciones corporales se han detenido«. Entonces el psiquiatra le convenció para realizar juntos un pequeño experimento: le pincharía levemente con una pequeña aguja y verían si sangraba o no. El paciente se mostró de acuerdo. Despues de todo era un cadáver.

El psiquiatra procedió a pincharle el brazo con una aguja hipodérmica y, por supuesto, comenzó a sangrar. Con una mirada de enorme sorpresa y asombro, el paciente exclamó: «Diablos…, los cadáveres SANGRAN!»

La sabiduria popular tiene muy claro que cuando alguien cree que puede hacer algo, lo hace, mientras que si está convencido de que no es posible, ninguna cantidad de esfuerzo lo convencerá de lo contrario.

Muchas personas insisten en sus creencias. «Ya es demasiado tarde«, «NO hay nada que pueda hacer«, «Esto me ha tocado a mí» o «Soy una víctima de …» y así limitan sus capacidades, debido a una creencia errónea firmemente arraigada.