Del filósofo Michel Lacroix, quien evoca los principios de la palabra, pensada para un mundo donde proliferan los «heridos por el lenguaje», estas son las 8 reglas de la ética del lenguaje:

1. Mi palabra debe ser cordial: debo saludar, despedirme, dar las gracias.

2. Mi palabra debe ser amable: debo dejar en el aire una suerte de puntos suspensivos para que el otro se exprese; no debo ridiculizar a nadie en público.

3. Mi palabra debe ser positiva: debo ser una fuente de inspiración para los demás.

4. Mi palabra debe ser respetuosa de los ausentes: debo evitar el encadenamiento incesante de juicios sobre los demás, como si la conversación fuera un tribunal virtual.

5. Mi palabra debe ser tolerante: debo exponer mi punto de vista de manera no violenta, escuchar las opiniones distintas a la mía; la buena voluntad de hablar y escuchar es el fundamento de la democracia.

6. Mi palabra debe ser la guardiana del mundo: debo mostrar admiración por lo que me rodea, el mundo natural y el social. Es mejor el exceso de admiración que el exceso de desprecio.

7. Mi palabra debe ser responsable del lenguaje: debo hablar bien mi lengua materna, emplear la palabra exacta, respetar la gramática y la pronunciación, tratar de expresarme con elegancia y refinamiento.

8. Mi palabra debe ser verdadera: debo evitar la mentira, los eufemismos hipócritas y las exageraciones injustas.

Al principio de toda relación de pareja, la relación pasa por una etapa de enamoramiento donde las expectativas románticas, fantásticas e idealizadas son la base sobre la que se construyen las expectativas de futuro de la relación de pareja.

Es en esta etapa donde los enamorados viven en un sueño en el que todo es fantástico y maravilloso, incluso aquellas cosas que no les agradan las ven hermosas.

En el momento en que la pareja decide compartir una vida en común “convivir”, el enamoramiento y la fantasía disminuyen y la realidad que hasta ahora no veían empieza a hacerse más clara. Es entonces cuando la pareja empieza a descubrir las dificultades que existen en la convivencia con la otra persona.

Compartir el espacio, compartir el tiempo y compartir gran parte de todo aquello que configura a cada persona no es fácil y requiere tiempo y esforzó.

Por otro lado el hecho que cada individuo sea un mundo en particular y haya vivido una experiencias concretas conlleva, en muchas ocasiones, a que los dos individuos de la pareja tengan puntos de vista diferentes a cerca del concepto o de relación de pareja, del matrimonio, de los roles, de la familia, etc. y esta oposición de idea, creencias y perjuicios causan discrepancias y provocan que la relación entre en conflicto.

Existen unos pilares que son básicos para fomentar una buena relación de pareja, estos son básicamente:

  • La motivación (una actitud positiva de cara a la relación).
  • Afecto y sexualidad (dar tanto como recibir, y disfrutar de una vida sexual sana).
  • La comunicación (el diálogo equilibrado y positivo en busca de soluciones).
  • El Respeto y la confianza (respetar y cuidar les espacios y las necesidades propias de la pareja).
  • Empatia (ponerse en la situación del otro y ser comprensivo).
  • Cooperar (compartir las tareas propias de la vida de pareja en todo momento).

Hace algún tiempo, cuando un chico se negaba a comer lo que no era de su antojo se decía que estaba malcriado. Hoy esa conducta es considerada una patología que se estudia a la par de la anorexia y la bulimia. Se la conoce como Síndrome de Especialización en Comida y para muchos médicos constituye el trastorno alimentario más precoz.

La semejanza entre este tipo de casos ha llevado a algunos médicos a concluir que se trata efectivamente de una patología. El Síndrome de Especialización en Comida se da en chicos entre 1 y 3 años con una baja adaptabilidad y vínculos muy acotados, coinciden distintos informes médicos al trazar el perfil del trastorno.

Es evidente que existe una patología. Las mamás y los pediatras la reconocen desde hace tiempo pero recién en los últimos años ha empezado a distinguirse en los congresos médicos con características propias dentro de los trastornos alimentarios, dice la psiquiatra Mabel Bello, titular de la Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia.

Si bien su desarrollo intelectual es normal, les cuesta mucho relacionarse. Uno los advierte con facilidad porque rehuyen la mirada; no les interesa abrirse socialmente; en el mejor de los casos se vinculan apenas con uno o dos miembros de su grupo familiar, que pueden ser la mamá y la abuela, señala la psiquiatra.

A su vez -agrega- llevan esa conducta al plano de la comida. Comen siempre lo mismo, lo que les da seguridad, y rechazan todo lo demás. He visto chicos que sólo se alimentan de chocolate y leche, o de ñoquis y yogurt; las elecciones son antojadizas y no responden necesariamente a alimentos que no engordan.

Tratar con un chico que se niega a comer -contra lo que imaginan a menudo quienes desconocen la experiencia- no es cosa fácil. Si bien suelen verse padres que no saben imponer normas, los chicos pueden ser muy tenaces: vomitan, escupen, son capaces de quedarse seis horas frente a un plato de comida sin tocarlo. No es sencillo: hay que tener ingenio para no violentarlos porque resulta peor.

Tal vez algunos pediatras dirán ‘cuando tenga hambre va a comer’, pero en la proyección -explica- lo que se ve es que estos chicos, que tienen una tendencia a la huida frente a lo nuevo, presentan a la larga otras dificultades de adaptación. Por eso lo que se intenta en los tratamientos es enseñarles a ampliar su campo de experiencias.


Leer es importante y provechoso. Mejora el rendimiento académico de los niños y las niñas y tiene muchos beneficios en la vida cotidiana. Está comprobado que las niñas y los niños lectores ganan en agilidad mental, se concentran más y acostumbran a sacar buenas notas.

A leer suelen enseñar en los colegios, pero los verdaderos lectores, aquellos que disfrutan realmente con la lectura, se forman en el ámbito familiar. Los padres y las madres son los responsables de crear el clima adecuado para fomentar el hábito de la lectura entre sus hijos e hijas implicándose a fondo en el proceso.

Es fundamental que los niños y niñas vean que en casa se lee. Ésta es una recomendación tan elemental que no necesita explicarse demasiado: de padres y madres lectores, en general, surgen hijas e hijos lectores.

Algunos trucos

Para prelectores:

  • Dejar que jueguen y toquen los libros infantiles a su gusto.
  • Sentarles en el regazo y enseñarles los dibujos de los cuentos.
  • Contarles cuentos personalizados.
  • Que vean leer a sus padres y madres.
  • Regalarles libros.

Para quienes empiezan a leer:

  • Comentar los libros que estamos leyendo.
  • Buscar libros indicados para su edad y apropiados a sus gustos.
  • Visitar frecuentemente la biblioteca más cercana.
  • Leerles cuentos.
  • Regalarles cuentos.

Para quienes ya leen:

  • No obligarles a que estén sentados para leer.
  • Suscribirlos a alguna publicación que les interese.
  • Comentar los libros que estamos leyendo.
  • Dejarles ir solos a la biblioteca del barrio.
  • Regalarles libros.

La empresa Coca-Cola ha realizado una «prueba de fuego» dejando extraviada una billetera en la tienda del Real Madrid con dos entradas para el Clásico.

Increiblemente, 9 de cada 10 que la encontraron, la devolvieron y como premio, recibieron dos entradas reales. Es posible vivir en un mundo mejor.

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Este otro experimento tambien realizado por la misma marca de gaseosas, buscaba comprobar la honestidad de los peruanos, dejando abandonada una billetera con el equivalente a 100 dólares y los datos de su dueño. Algunos se la llevaron, pero lo sorprendente es que la mayoría de personas que la recogieron la devolvieron a su dueño.

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En esta no fue el 90%, pero si un significativo 70%. La gente es buena.. no lo olvidemos.


Cuando la infidelidad traspasa las puertas de nuestra relación de pareja, experimentamos el engaño, la desorientación sin saber cuál dirección tomar. Sufrimos al punto de creer que nuestra vida no vale, que no somos absolutamente nada; nos sentimos completamente vacíos.

Al buscar salidas, tratando de resolver la situación, surgen mitos que nos impiden ser coherentes en cuanto a continuar o disolver la relación de pareja.

1) Cuando hay amor, no hay infidelidad. Algunos piensan que en una relación fundamentada en el amor, el compromiso de fidelidad es un hecho. La verdad es que el desgaste de la relación en algún momento nos pasa factura y el compromiso de fidelidad ya no es el mismo que al principio de la relación.

Puede ser que ambos ya no se sientan comprometidos, o que sea asumido por tan sólo una parte de la pareja. Es difícil de entender, pero muchos matrimonios se mantienen por el compromiso tácito de un miembro de la pareja.

2) Cometió infidelidad porque faltaba algo. Cuando alguno es infiel se argumenta que la motivación es porque el otro miembro de la pareja no le está dando algo, o porque, supuestamente, a la pareja le estaba faltando, un condimento.

No se puede negar que a toda relación le falta algo. Hay muchas personas muy enamoradas de su pareja a pesar de algunas carencias y, sin embargo, por más que surge la tentación de la infidelidad, no optan por ella.

3) Si fue infiel una vez, lo será siempre. También está el mito de que si te lo hizo la primera vez, te lo hará una segunda, y tercera, y las veces necesarias. Por diversos motivos, puede ser que algunos matrimonios funcionen bajo este círculo vicioso de caída, pero están los que fueron infieles una única vez y no más. Muchos infieles han reconocido que gracias a la infidelidad han llegado a mejorar su relación de pareja, en la sexualidad, la pasión pérdida.

4) Se perdona cualquier cosa, menos la infidelidad. Quizás este sea el mito más extendido; y más cuando la infidelidad tiene una connotación sexual. Considera los esfuerzos que hace tu pareja por volver y evalúa si quieres seguir o no con ella. No dependas de los consejos u opiniones de tus amigos, ya que ellos te aconsejaran que no vuelvas, cuando serán ellos los primeros en volver en una situación similar.


¿Alguna vez te has encontrado en una situación en la que aceptas hacer algo que en realidad no querías? A todos nos ha pasado. Hay muchas razones por las cuales nos cuesta trabajo decir“no. Por supuesto, depende de la situación, y de la persona.

La dificultad para decir no es algo normal y adaptativo en cierta medida. Como en todas las conductas humanas, existen los extremos, y mientras más nos acercamos a uno u otro, comenzamos a tener problemas.

En el caso de saber decir no, en un extremo están las personas a las que prácticamente nunca les cuesta trabajo decirlo. Estas personas que de primera instancia pudieran parecer muy seguras de si mismas, suelen tener muy poca capacidad para empatizar con las necesidades de los demás y por lo mismo tienen fuertes problemas interpersonales.

En el otro extremo están aquellos a los que les es prácticamente imposible decir no, y viven su vida resolviendo las necesidades de otros anulándose a sí mismos y a sus propias necesidades y deseos.

El decir no es difícil cuando implica ir en contra de las expectativas o deseos de otro, es decir, cuando nos piden algo o esperan algo de nosotros, ya sea una reacción determinada, una opinión, una conducta, etc., o cuando otra persona manifiesta su deseo y depende de nosotros satisfacerlo.

El conflicto surge específicamente cuando se encuentran dos necesidades opuestas. Si alguien nos pide hacer algo que sí deseamos hacer, no hay conflicto alguno. Son dos necesidades que van en la misma dirección. Pero si nos piden hacer algo que nosotros no deseamos hacer, es cuando entramos en conflicto. Tenemos que decidir a qué necesidad darle prioridad, si a la mía, o a la del otro.

¿Quién no se ha sentido culpable en su vida? Lastimas a otra persona sin querer y luego sientes gran culpa. Todos cometemos errores, algunos insignificantes y otros importantes.

La culpa es un indicador de que estamos rompiendo una regla social. Ya sean reglas establecidas formalmente, como respetar las señales de alto en la calle, o reglas implícitas o autoimpuestas como evitar herir los sentimientos de otros.

La culpa se define como el estado emocional que surge de pensar que hemos actuado de manera indebida. La culpa es una actitud formada por emociones y pensamientos, que nos llevan a una sensación de auto devaluación. Es decir, la persona que siente culpa, se califica negativamente como persona, se siente mal consigo misma y se siente devaluada de alguna manera.

Generalmente, la culpa surge de manera automática, y nos puede servir como indicador de que algo en nuestra conducta no está en armonía con lo que nosotros consideramos adecuado. Sin embargo, quedarse con el sentimiento de culpa una vez que nos hemos dado cuenta de la situación no sirve de nada. Ni nos sirve a nosotros ni a la persona a quien hemos lastimado.

De lo que se trata realmente es de asumir nuestros actos, y hacernos responsables de enmendar las situaciones, hasta donde sea posible. Hay una gran diferencia entre sentirme culpable y sentirme responsable. La culpa me hace sentirme mal conmigo y me devalúa. Hacerme responsable me hace sentir mal hacia la conducta, pero me sigo sintiendo bien conmigo, aceptando que cometí un error, pero que eso no me devalúa como individuo.


A menos que tengamos una extensa práctica de meditación y hayamos logrado silenciar el diálogo interno que ocurre en nuestra mente, todo el día nos estamos diciendo algo, a veces positivo, aunque la mayor parte del tiempo, negativo.

Defensores del poder de las afirmaciones como Louise L. Hay y Burt Goldman señalan que repetirnos frases sin darnos cuenta afecta nuestra vida en la medida en que “nos digamos” algo positivo o negativo.

Muchas de estas cadenas de afirmaciones que nos decimos repetidamente son creencias o deseos arraigados por años, pero sobre todo automáticos, a los cuales no les prestamos atención consciente, pero que influyen de manera sutil en nuestra forma de pensar y comportarnos.

De esta forma estaríamos atrayendo a nuestro entorno lo que nos repetimos sin cesar. Entonces, ¿por qué no hacer de ello algo positivo y que impacte nuestra vida para bien?

Para usar afirmaciones en tu vida lo primero es construirlas de manera que ayuden a cambiar los patrones negativos y a instalar nuevas formas de pensar más positivas y adecuadas.En ese sentido, las emociones son la mejor guía para saber si lo estás haciendo bien.

Cuando una frase, ya sea negativa o positiva, resuena en tu interior y sabes que es cierta, te darás cuenta que es una creencia que tienes arraigada.

Por ejemplo, si la frase “Nadie es digno de confianza” te da una sensación de seguridad, de estar en lo correcto, quiere decir que tienes esa idea arraigada, a pesar de que la frase no sea verdad o no la hayas comprobado como cierta.

Igualmente si una frase positiva como “La vida me sonríe siempre” te hace sentir rar@, como que te estás diciendo una mentira, quiere decir que en el fondo no lo crees realmente.

La clave para comenzar a trabajar con afirmaciones que te ayuden a progresar es diseñar frases que al principio resuenen contigo aunque sea sólo un poco, ayudando a cambiar las creencias más arraigadas.

Las afirmaciones deben retar a tus opiniones negativas y cambiarlas, llevándote a un proceso de autoexamen en el que tomes conciencia de lo profundas que son tus ideas negativas y opiniones personales.

 


Comer fruta es bueno, pero comer demasiada puede provocar dolor estomacal. Reír mucho es excelente, pero hacerlo en una junta de negocios puede no ser bien visto por tus jefes. Lo mismo pasa con la soledad, tener tiempos y espacios para gozar de la soledad puede ser relajante y rejuvenecedor; pero periodos demasiado largos sin la compañía de alguien significativo en tu vida puede conducir a estados de tristeza y depresión.

Pasar tiempo solo viene acompañado de una sensación de libertad ya que uno se vuelve en el amo de tu tiempo y estas en total libertad de decidir por ti mismo sin tener que justificarte o adaptarte ante nadie. Frecuentemente por complacer a nuestra pareja, hijos, familia, amigos e incluso clientes, terminamos haciendo cosas de las cuales quizás no estamos totalmente a gusto; pero lo hacemos porque disfrutamos complacer al otro o por negociar una ventaja posterior.

Pero, aunque estar solo tiene ciertas ventajas no hay nada como tener gente a tu lado para que te apoyen en lograr lo que deseas, para ayudarte en momentos difíciles, para escucharte hablar de tus logros, relatos, ideas, experiencias etc. y para alegrarte el día solo con su presencia.

Somos criaturas sociales que necesitamos interactuar con otros. No podemos ni debemos de estar solos. En el trabajo debemos entender que al trabajar en equipo multiplicamos exponencialmente el rendimiento y productividad de los integrantes. Y en nuestra vida personal, ser amigo y tener amigos es una de las más grandes bendiciones.

Definitivamente hay que saber equilibrar la balanza.