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La credibilidad es la base de la confianza y del liderazgo. No es una cualidad que podamos generar de forma autónoma e independiente sino algo que los demás nos otorgan.

Se dice que la credibilidad tiene tres factores: rigor, coherencia y continuidad. Para José Miguel Bolívar «es muy difícil ser creíble si no se es riguroso. Es preferible reconocer que no se sabe algo o matizar que no estamos del todo seguros de nuestra respuesta antes que dar por contrastada una información que no lo es«.

Ahora, no hay que confundir el rigor con la sinceridad pues mientras la falta de sinceridad es generalmente intencionada, la falta de rigor no suele serlo y obedece más a un mal hábito y a la ignorancia del efecto que produce en los otros.

Cuando no se es riguroso lo que se transmite a los demás es que no nos importan. No nos importa su tiempo ni nos importan las consecuencias que puedan derivarse de la información errónea que les hemos transmitido. Como puedes suponer, en este entorno de falta de respeto no hay lugar para la confianza.

La credibilidad comienza por nosotros mismos. Hay que comenzar entonces a creer en sí mismos. Se comienza por cosas sencillas. Intentar engañar a los demás es dudosamente eficaz y moralmente reprobable pero intentar engañarse a uno mismo es tonto.

Cuando planees algo, intenta hacerlo con rigor. Si dices que vas a hacer o no hacer algo, pues hay que cumplirlo. Si no estás seguro de poder cumplirlo, es mejor no comprometerse. Todos conocemos nuestras debilidades y cuando se deja de ser riguroso consigo mismo perderemos credibilidad.

Dentro de los direfentes estelos de liderazgo, tenemos los siguientes:

Estilo Directivo es aquel en el que el líder no solicita la opinión de sus subordinados y da instrucciones detalladas de cómo, cuándo y dónde deben llevar a cabo una tarea para luego examinar muy de cerca su ejecución.

Estilo Participativo es aquel en el que los líderes piden a los subordinados su opinión, información y recomendaciones, pero son ellos quienes toman la decisión final sobre lo que se debe hacer.

Estilo Delegativo conlleva ceder a los subordinados la autoridad necesaria para resolver problemas y tomar decisiones sin antes pedir permiso al líder.

Estilo Transformacional este líder «transforma» a los subordinados retándolos a elevarse por encima de sus necesidades e intereses inmediatos, hace hincapié en el crecimiento individual de sus colaboradores. Posee la habilidad de conectar los problemas de su entorno actual con una visión decisiva del futuro y se convierte en agente de cambio.

Estilo Transaccional este tipo de líder utiliza técnicas como la demotivar a los subordinados a trabajar ofreciendo recompensas o amenazando con castigos. Este tipo de líder únicamente consigue el compromiso de sus subordinados a corto plazo y hace que la gente tema tomar riesgos e innovar.

Estilo Estratégico, este líder ofrece la dirección e inspiración necesaria para crear una misión, visión y estrategias, que lleven alcanzar los objetivos. Dicho liderazgo está relacionado con la administración estratégica que fomenta la competitividad en las organizaciones. De esta manera el líder dentro de la organización debe tener un alto conocimiento de ella que le permita identificar sus fortalezas, debilidades, amenazas y oportunidades.

Estilo de apoyo se desempeña basándose en valores como: El trabajo en equipo, la descentralización en la toma de decisiones, la igualdad entre él y sus seguidores y el uso de un sistema de compensación del desempeño real de cada seguidor. Un buen líder de brindar seguridad a los seguidores para que tomen decisiones y tengan control sobre su trabajo.

Estilo de servicio, este líder transciende el interés personal para enfocarse en las necesidades de los seguidores e impulsarlos en el crecimiento profesional y emocional. Este líder se guía por los principios de: Impulsar a los seguidores para que reconozcan su fuerza espiritual y potencialidades, para esto el líder debe ser empatito hacia ellos; ganarse y mantener la confianza de los otros; tomar decisiones que vayan en beneficio del grupo; y escuchar activamente las opiniones y problemas de los seguidores.

El liderazgo se configura como una cualidad natural de quienes mejor lo practican y tiene un alto componente de inteligencia emocional. Se ha establecido que un líder necesita de los tres siguientes niveles:

  • El liderazgo individual (hacer lo mejor que cada uno sabe y alcanzar lo que se anhela).
  • El liderazgo grupal (lograr que las personas actúen en función de habilidades como la creatividad, la diversidad, la fuerza y la comunicación)
  • El liderazgo organizativo (requiere que las personas que hacen parte de la organización sean congruentes en su actuar).

Para liderar se debe escoger un camino especifico a seguir basado en un plan que contenga metas claras y precisas. Acorde con diversas investigaciones se estableció un modelo que contiene cinco dimensiones de la personalidad con las características de un buen líder, estas son:

1. Dimensión emocional, donde se encuentra el rasgo de extroversión, por lo tanto la persona comúnmente quiere hacerse cargo de las situaciones.

2. Dimensión de la empatía que se refiere a la armonía interpersonal y a la sensibilidad que permite respetar las diferencias, comunicarse adecuadamente  y entender al otro a partir de lo que se observa, de la información verbal o de información accesible desde la memoria.

3. Dimensión de ajuste, se relaciona con los rasgos de estabilidad emocional, autocontrol, tranquilidad y autoconocimiento.

4. Dimensión de la escrupulosidad, contiene los rasgos de logro, la responsabilidad, confianza percibida por los otros, credibilidad, accesibilidad, organización, resistencia, tolerancia a la tensión y a la frustración, toma de iniciativa, seguridad en sus ideas, decisiones y capacidades, realismo e integridad.

5. Dimensión de apertura a la experiencia, contiene rasgos relacionados con la disposición a cambiar y vivenciar cosas nuevas, la capacidad cognoscitiva de razonar en forma crítica, resolver problemas y tomar decisiones y la flexibilidad.

La autoestima se refiere a la confianza básica en las propias potencialidades, y apunta a dos componentes esenciales: La valía personal y satisfacción en la vida.

La valía personal es la valoración positiva o negativa que la persona tiene de su autoconcepto (imagen de sí mismo), incluyendo las emociones asociadas con esta valoración y las actitudes respecto de sí mismo. El sentimiento de capacidad personal alude a las expectativas que tiene una persona de ser capaz, de hacer de manera exitosa lo que tiene que hacer, es decir, su autoeficacia. En la adolescencia, la autoestima juega un rol muy importante en la configuración de la personalidad y podría verse debilitada, entre otras, por los cambios experimentados en la imagen corporal y la formación propia de una escala de valores y juicios.

La satisfacción con la vida es el componente cognitivo que se define como el sentimiento de bienestar en relación consigo mismo en la propia vida, diferenciándose de la aprobación-desaprobación o el grado de satisfacción con las condiciones objetivas de vida.

Las personas que evidencian una alta satisfacción con la vida poseerían una adecuada salud mental, ausente de estrés, depresión, afectos negativos o ansiedad.