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El consumo de azúcar blanca refinado, ya sea en forma directa o bien a través de platos elaborados, también en repostería, caramelos, helados, galletas, tortas, facturas, mermeladas, chocolate, gaseosas y otros tipo de bebidas azucaradas, afectan la salud psico-física de los seres humanos.

El azucar no es un alimento

Es una sustancia química pura, extraída de fuentes vegetales, más pura que la cocaina. Su verdadero nombre es sucrosa o sacarosa, y su fórmula química es C12H22O11. El azúcar refinada no tiene vitaminas, no tiene minerales útiles, no tiene enzimas, no tiene microelementos, no tiene fibra, no tiene proteínas no tiene grasas y no es de ningún beneficio en la alimentación humana.

El azúcar afecta al sistema nervioso

Las enfermedades del sistema nervioso afectan a muchas personas y el consumo de azúcar está relacionado con ello. Cuando una persona padece depresión, ataque de pánico o algún tipo de sicosis, puede comprobarse que su dieta consta de una gran cantidad de azúcar refinado.

Un cambio de alimentación, prescindiendo de alimentos que pueden ser nocivos para la salud, genera cambios en el comportamiento sicológico y muchas veces ayuda en la resolución del conflicto tanto psíquico como físico.

La abstinencia de azúcar blanca refinada y el agregado de alimentos que contienen carbohidratos de otra calidad, modifica la química interna, ayudando a mejorar la condición emocional.

Suele ocurrir que los síntomas de ansiedad o perturbación emocional estén íntimamente relacionados con un desequilibrio de la glucosa en sangre, debido, justamente, al consumo de sacarosa o azúcar refinada.

¿Dependencia al azucar?

La dependencia de la sacarosa es algo nuevo en la historia del ser humano. Cuando se dice que es importante el azúcar como componente esencial del cuerpo humano y la importancia que tiene éste como fuente de energía y su metabolización para producir calor, se está hablando de la glucosa, que nuestro propio cuerpo fabrica.

Los médicos y nutricionistas no hablan sobre la alteración emocional que es generada por el descenso de la glucosa en sangre. Pero hay investigaciones que demuestran cómo el dejar el azúcar blanco y todas sus preparaciones, ayuda en el sentido de equilibrar la condición psicológica de la persona.


Dicen que los índices de estrés y ansiedad se disparan durante estas fiestas. Cenas de empresa, encuentros familiares, comprar regalos a diestro y siniestro, obligaciones sociales, trabajo acumulado por los días de vacaciones, esos kilos de más. Estas son algunas de las razones por las que nos estresamos y agobiamos en Navidad.

Frente a los villancicos y a la aparente alegría que transmite la época navideña, se encuentra el agobio por ser el anfitrión perfecto, por tener todos los regalos a tiempo o el cargo de conciencia por comer y beber sin medida. Lejos de disfrutar del sentido estricto de de esta época, nos estresamos. Se supone que debería ser un tiempo de gozo y alegría, un momento para compartir sincera y relajadamente con familiares y amigos, pero no es así.

Y es que la ansiedad es una de las enfermedades del siglo XXI, junto al cáncer y la depresión. Según cifras oficiales, este desorden mental afecta al 20% de las personas y más ahora, en tiempos de crisis o desordenes de rutina y calendario. La ansiedad no entiende de edades ni de sexo y puede llegar en cualquier momento, incluso mientras estamos sentados en el sofá.

Dicen los psicólogos que los síntomas pueden variar pero los comparan con los de un ataque al corazón con la sensación de perder el conocimiento. La descarga de adrenalina que produce un ataque de pánico es tal que algunos lo equiparan al que se produce cuando se practica deporte de riesgo.

El sentimiento de depresión que provoca la Navidad es otro problema bastante común entre la sociedad. Durante estas fechas de celebración es frecuente recordar a los seres queridos que ya no están, este es el principal motivo de la tristeza que sienten muchas personas.

La publicidad engañosa puede ser otro de los factores que influyen en el estado de ánimo; el bombardeo de anuncios que reflejan familias felices y colmadas de regalos, invita a reflexionar sobre nuestra propia situación bien personal, económica o de cualquier otra índole. Empeñados en hacer un balance del año que termina, muchas personas se ven incapaces de cambiar de golpe y predisponerse para ser feliz.

Según los datos, la tasa de suicidios disminuye en Navidad pero constatan que las admisiones en los hospitales por problemas psiquiátricos aumentan en las semanas que siguen a estas fiestas.


El estrés es una defensa natural del organismo contra algunas circunstancias de tensión que se presentan cotidianamente. Pero la sobrecarga del mismo termina teniendo consecuencias nefastas a nivel psicológico, social y físico para quienes la padecen. Conoce aquí más acerca de ellas.

El estrés es un problema cada vez más recurrente en nuestra sociedad. Si bien se trata de una defensa natural del organismo ante determinadas circunstancias, lo cierto es que cuando se genera una sobrecarga de la misma, las consecuencias pueden llegar a ser nefastas.

Las consecuencias del estrés tranquilamente podrían dividirse en dos áreas. Una dimensión psicológica y actitudinal, donde se advierten claramente en la personalidad del que padece de este problema cambios severos y, a su vez, un plano físico, donde el estrés termina repercutiendo invariablemente en el organismo.

Consecuencias psicológicas y en la personalidad:

  • Ansiedad
  • Depresión
  • Cambios de humor repentinos
  • Disminución del autoestima
  • Dificultad en la toma de decisiones
  • Cambios en el estilo de vida
  • Problemas en sus relaciones con los demás, tanto en el trabajo como en la familia
  • Aumento del consumo de alcohol, drogas y tabaco

Consecuencias físicas:

  • Cansancio, agotamiento o pérdida de energía
  • Dolores y contracturas en la espalda
  • Estreñimiento o diarrea
  • Dolores de cabeza frecuentes y migrañas
  • Hipertensión
  • Insomnio
  • Sofocos recurrentes
  • Caída del cabello
  • Malestares estomacales
  • Subir o bajar de peso
  • Presión de dientes o mandíbula
  • Problemas respiratorios como asma o alergias
  • Infartos y otros problemas coronarios

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«Las enfermedades mentales son responsables de una pérdida muy significativa de fuerza de trabajo, de altas tasas de desempleo y de una gran incidencia en las bajas por enfermedad y en la reducción de la productividad en el trabajo», señala el estudio Sick in the Job? Myths and Realities about Mental Health at Work.

Se trata de una materia difícil de analizar donde muchos elementos importantes aún no se conocen o no se comprenden, precisan los expertos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que apuntan que uno de los principales problemas es que en torno al 80 % de los afectados no recibe tratamiento.

Una clave para la productividad es «asegurar que los empleados mantengan sus trabajos», señala la organización con sede en París, que detecta que aquellos con los citados problemas tienen un tasa de absentismo laboral superior al resto de empleados y a menudo con bajas más prolongadas. Sin embargo, muchos trabajadores con desórdenes mentales no se toman una baja pero rinden por debajo de sus posibilidades», lo que incide en la productividad de la empresa.

Hasta el 88 % de los trabajadores con problemas mentales reducen parcialmente la productividad de la empresa para la que trabajan, agrega esa organización. La mayoría de los afectados sufre «desórdenes mentales moderados», tales como ansiedad o depresión, que muchas veces coexisten.

La incidencia de ese tipo de casos resulta más onerosa para la sociedad que el de los «desórdenes mentales severos», teniendo en cuenta «todos los costes para el sistema de salud, la seguridad social y los empresarios», señala la OCDE.

Los sistemas de salud, que se centran principalmente en los casos severos, no están correctamente equipados para tratar los casos moderados y no investigan lo suficiente en ese tipo de pacientes, subrayan los expertos, que recomiendan «prevención en lugar de reacción».

También las empresas pueden ayudar a reducir el problema, asegurando unas «buenas condiciones de trabajo para evitar tensiones laborales» y favoreciendo prácticas de gestión suaves.

A los responsables laborales se les recomienda, además, controlar el tipo de bajas laborales «para detectar ausencias prolongadas o repetidas lo antes posible» y aportar el apoyo adecuado, lo que puede evitar «despidos innecesarios provocados por enfermedades mentales».

Y es que aquellas personas con desórdenes mentales moderados tienen entre el doble y el triple de posibilidades de estar en el paro que el resto de trabajadores, mientras que aquellos con problemas severos tienen hasta 7 veces más opciones de encontrarse en situación de desempleo, agrega la OCDE.

Por eso, otra de las claves para atajar ese problema social que identifica la OCDE pasa por tratar a los desempleados, identificando correctamente el problema, aportándoles el tratamiento adecuado y trabajando con el mundo empresarial para que puedan encontrar trabajos.


¿Tu trabajo constituye el centro de tu vida? ¿Tu empleo resta importancia a todo lo demás, incluida la familia, el ocio y la vida social? ¿Es tu refugio? ¿Llevarte trabajo a casa para acabarlo por la noche o los fines de semana es algo habitual en ti? Si es así, puede que seas un adicto al trabajo.

Esta situación define a aquellos trabajadores que, de forma gradual, van perdiendo estabilidad emocional y se convierten en adictos al control y al poder, en un intento por lograr el éxito.

Cómo detectarlo:

Aquí es donde surgen los primeros problemas porque, muchas veces, el entorno de dicha persona no ve mal su comportamiento. Si una persona practica juegos de azar, toma drogas o bebe de forma descontrolada, estas conductas son consideradas reprobables ante uno mismo y ante los demás. Pero trabajar más de la cuenta, incluso en fines de semana o renunciando a las vacaciones, parece algo respetable.

¿Cómo saber si has pasado de trabajar para vivir a vivir para trabajar? Se trata de un proceso gradual: suele oscilar entre los cinco y los veinte años. Comienza como una ambición profesional mayor de la media, que para poder llegar a conseguir sus metas necesita de una dedicación laboral que también está bastante por encima de la media.

Síntomas:

Hay tres grupos diferentes. En primer lugar los cognitivos o mentales: ansiedad e irritabilidad; depresión; necesidad creciente de trabajar más y dedicarle más tiempo al trabajo; preocupación constante por el rendimiento laboral; la sensación continua de estar agobiado, de no llegar a todo; sensación de vacío emocional; la infravaloración de otros tipos de actividad distintos a la laboral.

Otro grupo de síntomas son los fisiológicos: estrés, insomnio y, a largo plazo, hipertensión arterial y aumento de sufrir enfermedades vasculares. El tercer grupo son los síntomas de comportamiento: la necesidad casi compulsiva de realizar listas de cosas por hacer y de anotar en la agenda hasta el más mínimo detalle; incapacidad de estar sin trabajar durante un período prolongado sin experimentar ansiedad, inquietud e irritabilidad; alejamiento de la familia y los amigos.

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Comer fruta es bueno, pero comer demasiada puede provocar dolor estomacal. Reír mucho es excelente, pero hacerlo en una junta de negocios puede no ser bien visto por tus jefes. Lo mismo pasa con la soledad, tener tiempos y espacios para gozar de la soledad puede ser relajante y rejuvenecedor; pero periodos demasiado largos sin la compañía de alguien significativo en tu vida puede conducir a estados de tristeza y depresión.

Pasar tiempo solo viene acompañado de una sensación de libertad ya que uno se vuelve en el amo de tu tiempo y estas en total libertad de decidir por ti mismo sin tener que justificarte o adaptarte ante nadie. Frecuentemente por complacer a nuestra pareja, hijos, familia, amigos e incluso clientes, terminamos haciendo cosas de las cuales quizás no estamos totalmente a gusto; pero lo hacemos porque disfrutamos complacer al otro o por negociar una ventaja posterior.

Pero, aunque estar solo tiene ciertas ventajas no hay nada como tener gente a tu lado para que te apoyen en lograr lo que deseas, para ayudarte en momentos difíciles, para escucharte hablar de tus logros, relatos, ideas, experiencias etc. y para alegrarte el día solo con su presencia.

Somos criaturas sociales que necesitamos interactuar con otros. No podemos ni debemos de estar solos. En el trabajo debemos entender que al trabajar en equipo multiplicamos exponencialmente el rendimiento y productividad de los integrantes. Y en nuestra vida personal, ser amigo y tener amigos es una de las más grandes bendiciones.

Definitivamente hay que saber equilibrar la balanza.


Hablar de adicción no es solo tratar temas alrededor del alcohol, nicotina o heroína. Según lo explica el doctor Mark Griffiths, experto en adicciones de la Universidad de Nottingham Trent, es posible hacernos adictos a casi cualquier cosa.

«Durante los últimos 25 años he estado estudiando los juegos de azar y creo apasionadamente que estos juegos en su forma más extrema son tan adictivos como cualquier droga», dice Griffiths.

El costo social y de salud de los problemas de juego es enorme y tiene mucho en común con las adicciones más tradicionales; como los cambios en el estado de ánimo, problemas de relación, absentismo laboral, violencia doméstica y bancarrota.

Los efectos en la salud, para los jugadores y sus parejas, incluyen ansiedad y depresión, insomnio, trastornos intestinales, migraña, problemas vinculados al estrés, malestares estomacales y pensamientos suicidas.

Si las conductas como el juego de azar pueden convertirse en una adicción genuina, en teoría tampoco hay razón que impida que algunas personas se conviertan en adictos genuinos a actividades como los videojuegos, el trabajo o el ejercicio.

La investigación sobre jugadores patológicos muestra que estas personas, cuando se ven sometidas a abstinencia de juego, presentan al menos un efecto secundario físico, que puede ser insomnio, dolor de cabeza, pérdida de apetito, debilidad física, palpitaciones, dolor muscular, dificultad para respirar y escalofrío.

De hecho, comparados con los adictos a drogas, los jugadores patológicos parecen experimentar más efectos físicos por abstinencia cuando intentan dejar su conducta.


La depresión es una enfermedad, un problema médico más frecuente de lo que se pueda una imaginar. Durante mucho tiempo las personas creían que la depresión era un signo de debilidad mental y no lo veían como un problema de salud.

Las personas con depresión tienen niveles anormalmente bajos de algunas sustancias químicas del cerebro que controlan el estado anímico, el apetito, el sueño y en ocasiones la función sexual.

La depresión no respeta raza, ocupación, nivel socioeconómico o sexo, pero estadísticamente se ha visto que afecta en mayor proporción a las mujeres. La edad en que se presenta el primer episodio de depresión está entre los 25 y 44 años de edad, es menos frecuente en las personas casadas o que tienen una relación de pareja duradera, la gente divorciada o separada es más propensa a padecer depresión.

Síntomas característicos de la depresión:

+ Estado anímico deprimido (sentirse inútil, triste, desesperado, baja autoestima y falta de confianza en uno mismo, sentimientos de culpa).

+ Afectar el pensamiento (dificultad para concentrarse y memoria afectada).

+ Mal funcionamiento físico: (desordenes de sueño y alimentación, baja de actividad sexual, cansancio).

+ Cambios en el comportamiento (ser irritable, impaciente, y ser muy negativos).

 

 

Existen varios factores que influyen en que una persona sea depresiva. Hay también diferentes tipos de depresión, los cuales varian en su duración e intensidad.

Hay personas que han vivido durante años con una sensación leve de tristeza y desánimo, pero hacen su vida normal a pesar de eso.

Estrés. Cuando nos sentimos presionados por nuestro ritmo de vida, responsabilidades, situaciones laborales o familiares, estamos extremadamente estresados y esto puede llevar a una depresión.

Pensamientos. Mucha gente se deprime por la manera en que piensa. Si tendemos a pensar en todo lo negativo de las situaciones, y a tener pensamientos fatalistas de todo lo que puede salir mal, es normal que nos sintamos deprimidos. Si tenemos una baja autoestima, es probable incluso que tengamos pensamientos negativos sobre nosotros mismos, y veamos solamente aquello que nos desagrada.

Aprendizaje. En ocasiones aprendemos a estar deprimidos si venimos de un ambiente familiar en el que todos estaban deprimidos, y creemos que ese es el estado de ánimo normal. Aprendemos a sentirnos así y a pensar y actuar de manera depresiva.

Fisiología. En ocasiones la depresión es causada por un desbalance bioquímico. Nuestras neuronas se comunican por medio de substancias químicas llamadas neurotransmisores. Si hay un desbalance de ciertos neurotransmisores, puede dar como resultado una depresión.

Circunstancias. En ciertas ocasiones vivimos experiencias difíciles y dolorosas que pueden llevarnos a una depresión. Situaciones como la pérdida de un ser querido, un accidente, un divorcio, problemas económicos y familiares, son algunos ejemplos.


La meditación se usa de diferentes maneras para referirse a ciertos ejercicios emocionales y de manejo del pensamiento que se han utilizado en diferentes  disciplinas de desarrollo personal desde hace muchos años.

Son ejercicios que provocan un estado mental muy placentero, de profunda lucidez y conciencia, y que además generan un poderoso estado de bienestar emocional. Existen diversas técnicas y escuelas de meditación, sin embargo, al final todas buscan generar ese estado mental, que abre las posibilidades para que aquella persona que lo practica se vaya convirtiendo en una persona más segura, sensible y abierta al entendimiento del mundo y su propio ser.

Beneficios físicos de practicar meditación:

  • Relajación física.
  • Alivio de malestares causados por tensión muscular.
  • Alivio de problemas gastrointestinales relacionados a estrés.
  • Respiración más lenta y profunda.
  • Mejor circulación de la sangre.
  • Mejor oxigenación de órganos y tejidos.
  • Ritmo cardiaco más lento (menos riesgo de problemas cardiacos).

Beneficios psicológicos de la meditación:

  • Aumenta autoestima.
  • Aumenta la seguridad y confianza en uno mismo.
  • Se reduce la depresión.
  • Se reduce la ansiedad.
  • Se logra una visión de la vida más optimista y centrada.
  • Se aprende a mantenerse estable frente a los problemas y obstáculos cotidianos.
  • Las personas se sienten más felices.

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