Larry Walters, era de Los Ángeles un taciturno camionero, que por problemas de vista no había podido servir a la fuerza aérea de los Estados Unidos y esa había sido siempre su frustración, hasta que un día, para ver cumplido su gran sueño de volar, en el patio trasero de la casa de su novia ató 45 globos meteorológicos a una silla de jardín (de esas de aluminio y mimbre), los llenó de helio y se sentó en la silla, con un paquete de seis cervezas, unos sándwiches, un paracaídas, una escopeta de aire comprimido y una grabadora de periodista en donde registraría su hazaña. Walters tenía calculado descender disparando a los globos, uno a uno, para que la cosa fuera más o menos suave.
Con todo preparado y listo para su hazaña suelta el cable que lo anclaba a tierra.
Él entonces asciende a 3.000 metros , por varias horas voló por los Angeles, pero las cosas no salieron del todo como el pensaba, ya que al pasar por el aeropuerto de Long Beach en la torre de control advirtieron que pasaba a individuo en una silla de jardín a 3.000 metros de altura interfiriendo con los vuelos de la aerolínea TWA que salían y entraban del Aeropuerto.
Larry en su desespero comenzó a tirar fuera de algunos globos para comenzar su descenso pero su escopeta se le cayó accidentalmente. Fue así como estuvo a la deriva en esta área hasta que un helicóptero le lanzó una cuerda.
De vuelta a la tierra lo acusaron de imprudencia en vuelo, y violación del espacio y lo multaron con 26.000 dólares. Todo eso sucedió en 1982.
Cuando los periodistas le preguntaron por qué lo había hecho, respondió:
– “No puede quedarse uno ahí sentado toda la vida”.
Cuando le preguntaron si tenía miedo, dijo:
– “Un miedo maravilloso”.
Y si volvería hacerlo, con una sonrisa de oreja a oreja, dijo:
– “Claro que sí”
Tal vez esta historia les parezca loca o estúpida, pero nos deja una moraleja:
Muchos de nosotros estamos sentados en nuestras sillas. En gran parte recibiendo el mensaje que dice: “No queda nada por hacer”. Y por otra parte, personas como Larry Walters sabiendo que todo es posible, se dedican a atar globos a sus sillas, impulsados por sus sueños y su imaginación para llevarlos a cabo. Transmitiendo un mensaje diferente desde 3 mil metros de altura: “Lo he logrado, de verdad lo he logrado! ¡ESTOY VOLANDO!”.
Años más tarde en 1993 Larry muere. Ahora él esta allá arriba en algún lugar… Para siempre. Su lápida reza:
Larry Walters
Abril 19, 1949 – Octubre 6, 1993
Piloto de Silla de Jardín
“Bien Amado”