La película siete años en el Tibet, basada en la obra de Heinrich Harrer, es tan hermosa como polémica. Pero, independientemente de que Heinrich Harrer fuera un comprobado nazi, de que si hubiese o no participado de la violencia en la segunda guerra mundial, lo cierto es que la espiritualidad del Tibet y del Dalai Lama puede cambiar hasta al más difícil.

Estas son algunas frases para reflexionar citadas en la película:

  • «En el país donde estoy viajando, el Tibet. La gente cree que peregrinando a lugares sagrados purifican las acciones malas que han cometido. Creen que cuanto más difícil el viaje, mayor es la purificación.»
  • «Esa es otra gran diferencia entre nuestra civilización y la suya. Ustedes admiran al hombre que logra elevarse a la cima en cualquier campo de la vida. Nosotros admiramos al hombre que abandona su ego.»
  • «La buena fortuna de un amigo es una bendición. Lamento que te moleste la nuestra.»
  • «Si algo tiene solución no hay porque preocuparse y si no tiene solución entonces preocuparse no está bien»
  • «Aquí dicen que un enemigo es un gran maestro, pues ayuda a desarrollar paciencia y compasión.»
  • «La simplicidad absoluta, eso es lo que me encanta.»
  • «Cuando no tienes fuerzas para pelear,debes abrazar a tu enemigo. Con los brazos ocupados, no puede usar un arma.»
  • «Nada en la política es cuestión de honor…»
  • «Todos los seres tiemblan ante el peligro y la muerte. Todos valoramos la vida. Cuando un hombre toma eso en cuenta, no mata ni causa que se mate. Estas palabras están grabadas en el corazón de todo tibetano».

Le preguntaron al Dalai Lama:

– ¿Qué es lo que más le sorprende de la Humanidad?

Su respuesta fue:

– El hombre… Porque sacrifica su salud para ganar dinero.

Y cuando lo consigue sacrifica  su dinero para recuperar la salud.

Y, está tan ansioso por  el futuro, que no disfruta el presente;

el resultado es que no vive ni en el presente ni en el futuro;

vive como si nunca fuese a morir… y entonces muere  sin haber vivido realmente nunca.

Una persona realmente inteligente limpia sin cesar su espíritu y mente. De hecho, tú, cada día dedicas un momento al aseo corporal y material, ¿pero cuánto tiempo consagras a limpiar tu mente y tu alma?

Una ley espiritual asegura que el pensamiento determina nuestro comportamiento.

Tu alma y mente están condicionadas por un sistema de emociones y creencias que te conviene reprogramar. Según la ley de atracción, llamas a tu vida lo que crees y piensas.

Si tus creencias y emociones son negativas, a tu vida llegará lo oscuro, porque eso es lo que atraes, pero si son de amor y satisfacción, tu mente, alma y vida se llenarán de luz y paz. Elige limpiar tu alma de todo lo que la contamina.

La desconfianza, el miedo, el rencor, la culpa, la infravaloración y el orgullo, son basura. En especial, necesitas ser muy cuidadoso con estas siete emociones tóxicas: Odios, culpas, miedo, rabia, tristeza, celos, envidia. Busca por todos los medios que lo exterior, por más horrible que parezca, no afecte tu mundo interior. Eso es lo que logra el sabio y, por eso, permanece imperturbable cuando todos se alteran.

Una gran ayuda para estar armonizado y tener buenas emociones es regalarte pausas refrescantes para relajarte, orar y meditar. Puedes hacerlo en silencio o con música serena; también, visualizando algo hermoso o enfocado en tu respiración pausada. Hay muchas formas de meditar, y una de ellas es hacer muy bien lo que estás haciendo, sin distracciones.

Vive lo que haces cuando comes, caminas, lees o te bañas. Haz eso y nada más que eso. Hagas lo que hagas, hazlo totalmente, inmerso en lo que vives y apartado de todo lo demás. Entonces, no es raro que, de pronto, te sientas como flotando, en un estado sereno de fluir como el agua.

Parece raro, pero pocas personas logran hacer algo con toda el alma, porque su mente anda errática. Mientras comen o se bañan ella está en otro lugar, y necesitan aquietarse y controlar a la ‘loca de la casa’.

Por eso dijo un sabio: “cuando te sientes, siéntate; cuando camines, camina; cuando ores, ora”. Aprende a respirar, huye del ruido y el acelere, y vive lo que haces en un estado de meditación serena y sin temores.

Al violento y el envidioso casi siempre un gran miedo los apresa, devora y desequilibra. Ese miedo, en buena medida, nace de una gran inseguridad y serios vacíos emocionales.

El agresor infunde temor, quiere mostrar una fuerza que no tiene, y atacando, camufla su debilidad y fantasmas internos. El miedo es el motor de muchas reacciones dañinas: agresión, ira, engaño, envidia, celos. ¿Cómo amansar el temor? Reconociéndolo, afrontándolo, amándose y buscando la paz interior. Cuando un agresor recibe amor se desarma, ya que no hay antídoto más poderoso que el amor puro.

Con amor, trató Jesús a todos, cambió corazones, sanó heridas internas y llenó todo de luz. Haz todo con amor y verás como las tempestades se calman y los espíritus se desarman.

Autor: Gonzalo Gallo

Parvati es una de las diosas más amorosas, benevolentes y misericordiosas del panteón hindú. Es la consorte de Shiva y se manifiesta como extraordinariamente compasiva. Cierto día, uno de sus hijos, Kartikeya, hirió a una gata con sus uñas.

De regreso a casa, corrió hasta su madre para darle un beso. Pero al aproximarse al bello rostro de la diosa, se dio cuenta de que ésta tenía un arañazo en la mejilla.

–Madre -dijo Kartikeya-, hay una herida en tu mejilla. ¿Qué te ha sucedido?
Con sus ojos de noche inmensa y profunda, la amorosa diosa miró a su querido hijo. Era su voz melancólica y dulce cuando explicó:

–Se trata de un arañazo hecho con tus uñas.

–Pero, madre -se apresuró a decir el joven-, yo jamás osaría dañarte en lo más mínimo. No hay ser al que yo ame tanto como a tí, querida madre. Una refrescante sonrisa de aurora se dibujó en los labios de la diosa.

–Hijo mío -dijo-, ¿acaso has olvidado que esta mañana arañaste a una gata?

–Así fue, madre -repuso Kartikeya.

–Pues, hijo mío, ¿es que no sabes ya que nada existe en este mundo excepto yo? ¿No soy yo misma la creación entera? Al arañar a esa gata, me estabas arañando a mí misma.

*El Maestro dice: Al herir, te hieres. A quienquiera que dañes, te dañas a ti mismo.

Fuente: :yogainbound.org

Un día, un Maestro y su discípulo llegaron a la gran ciudad. No tenían dinero con ellos, pero sabían que necesitaban comida y un lugar para quedarse. El discípulo estaba seguro de que iban a mendigar su comida, y dormir en el parque por la noche.

«Hay un gran parque, no lejos de aquí. Podemos dormir allí por la noche», dijo el discípulo.
«¿Al aire libre?» -Preguntó el Maestro.
«Sí», respondió el estudiante.

El Maestro sonrió y dijo: «No, esta noche vamos a dormir en un hotel y comer allí también».

El estudiante fue sorprendido y exclamó: «¡No nos podemos permitir eso!»
«Ven y siéntate», dijo el Maestro.

Ambos se sentaron en el suelo, y dijo el Maestro:
«Cuando enfocas tu mente intensamente sobre cualquier tema, te unes en armonía al Universo para que se materialice».

El Maestro cerró los ojos y comenzó a meditar con plena concentración. Después de unos diez minutos se levantó y comenzó a caminar, con su discípulo después de él. Caminaron por varias calles y callejones, hasta que llegaron a un hotel.

«Ven, vamos a entrar en el interior», el Maestro le dijo a su discípulo.

Acababan de poner un pie en la entrada, cuando un hombre bien vestido se acercó a ellos.

«Yo soy el gerente de este hotel. Se ven como peregrinos de viaje, y creo que no tienen dinero. ¿Les gustaría trabajar en la cocina, y a cambio darles comida y un lugar para quedarse?»

«Bien», respondió el Maestro.

El discípulo se quedó perplejo y le preguntó al Maestro: “¿Has usado alguna magia? ¿Cómo lo hiciste?»

El Maestro sonrió y dijo: «Yo quería mostrarte cómo obra el poder de los pensamientos. Cuando piensas con plena concentración y fuerte sobre algo que quieres que suceda, y tu mente la dejas fluir sin resistirte al objeto de tu pensamiento, ineludiblemente tu pensamiento se materializa».

«El secreto está en concentrarse, visualizar, ver los detalles, teniendo fe y la proyección de la energía mental y emocional en la escena mental. Estos son los requisitos previos generales. Cuando tu mente está vacía de pensamientos, y sólo le permites entrar a un único pensamiento, gana un poder muy grande. Hay que tener mucho cuidado con lo que se piensa. Un pensamiento concentrado es de gran alcance, y ejerce una influencia muy fuerte».

El discípulo miró a su maestro y le dijo: «. Veo que tengo que afinar mi concentración con el fin de poder utilizar este poder»

«Sí, este es el primer paso», dijo el Maestro.

 

El hombre es parte de la naturaleza, no superior a ella.

Deja de sentir soledad y vacío cuando acepta como hermanos  a todos los seres que le rodean y comprende que debe respetar sus vidas.  En este momento es pleno y  fluye en armonía con la naturaleza y por fin consigue paz completa trascendiendo todos los estados.

Sigan peleando y discutiendo cual es el verdadero absoluto, mientras acá mal interpretamos sus enseñanzas, ellos siguen la única religión que existe: «la del corazón»

Hay tantas expresiones diferentes para adorar a dios, pero nuestro fanatismo estricto nos hace olvidar esto y arremetemos con quienes no vean la divinidad como nosotros… (dios no es judío, no es cristiano, no es musulmán, no es budista, no es islamita, es mas dios ni siquiera se llama dios o cualquier nombre que le adoptamos)…

Abre los ojos, la fuente divina no tiene favoritos, no te juzga por nada y no anda castigando a los que no piensan como tu ,eres tu hombre el que se a condenado a si mismo con tus dogmas y fronteras…

Sigue la única religión que existe, sin banderas, sin distintivo, sin desigualdad y con aceptación, sigue la religión del corazón… esa es tu única conexión con la fuente.

Soy una mujer indígena, hija de la tierra y el sol, pertenezco a una raza con una cultura milenaria que hoy conservo como un tesoro…

Convivo con lo que me rodea, con la lluvia, el viento, la montaña, el cielo…

Soy feliz en estas soledades… tengo tiempo para contar las estrellas, tiempo para poner mis sueños al día, para danzar con los pájaros sintiendo el aire fresco del amanecer y hablar en silencio con los animales, con las plantas, con los espíritus…

Sé sembrar con la Luna los frutos del alimento, teñir la lana para hacer el tejido, hacer medicina como me enseñó mi abuela, cantar al nuevo día.

Sé amasar sencillamente con fidelidad y con ternura…

Soy mujer indígena, mujer como la Madre tierra, fértil, callada, protectora y fuerte.

Yo no sé de economía, ni de bancos, ni de política ni subvenciones.

Pero si sé cuando mi mundo está en peligro y sé cuándo las cosas son buenas o no.

No entiendo de muchas cosas, a la gente del gobierno que vienen con muchas promesas, palabras de aire cuando hay elecciones y después nada…

A los que vienen a querer cambiar mi mundo, mis vestidos, mi espiritualidad, a mí.

No entiendo a los que roban,

Los que experimentan con mis hijos, o les sacan sus órganos para los winkas ricos,

Los que mienten,

Los que me sacan las tierras, los que me explotan,

Los que intercambian mi arte y mis tejidos por comida o alcohol y me pagan una miseria por el trabajo de meses para venderlos en las ciudades lejanas de Europa.

No entiendo a los que se hacen mis amigos para sacarme conocimientos,

Los que vienen con grandes máquinas para talar el bosque,

Los que agujerean la tierra para sacarle su sangre,

Los que esconden en la comunidad basura en bidones para contaminarnos,

Los que nos ponen vacunas,

Los que experimentan con mi sangre, los que tienen buena fe y creen que vienen a ayudarme a integrarme poniéndome cables de luz y trayendo la “caja boba” para confundirme,

Los que me ponen zapatos,

Los que quieren cambiar mis costumbres ancestrales,

Los que me miran como un bicho raro y me sacan fotos,

Los que quieren que baile por dinero,

Los que vienen con muchas palabras bonitas a hacer iglesias en nuestros lugares sagrados,

Los que intentan esclavizarme con dependencias ajenas a mi cultura,

Los que entran armados en nuestras tierras para echarnos,

A los extranjeros que vienen de vacaciones de guerrilla a enfrentarme con los militares y luego se van protegidos a sus lejanas tierras… a veces las cosas se ponen peor para nuestra gente, nos apresan, nos matan…

Tampoco entiendo a los que me desprecian,

Los que me ignoran,

Los que no les importo nada y me roban todo, hasta mi dignidad…

Soy mujer indígena y sé lo que quiero… cambiar cosas, esas cosas que duelen dentro y se van agrandando como la impotencia, el desamparo, la destrucción, las palabras incumplidas, el desamor y ese sentimiento de estar siendo violada constantemente.

Quiero gritar ¡Déjenme en paz!… Quiero seguir viviendo así simplemente, con la tierra y mi gente, la que ríe, la que crea, la que vibra, la que vive la vida así como es, sin alterar las cosas, la que comparte, la que acaricia, la que no tiene prisa y ama sin esperar nada, la que no se aburre…

Quiero que me respeten, soy mujer de la tierra, fuerte como el árbol que resiste al viento como el junco en la corriente, firme como la montaña más alta, frágil como el colibrí y dulce como los atardeceres.

Soy mujer indígena, hija de la tierra y el sol y aunque no entienda muchas cosas, se lo que quiero, tengo esperanza y sé que las cosas van a cambiar


Albert Einstein dijo que las generaciones futuras apenas podrían creer que un hombre como Gandhi hubiera existido. Su mensaje sigue vivo. Un mensaje que habla de la paradójica fuerza de la no violencia, con su correspondiente corolario: que la violencia es siempre un síntoma de debilidad.

Más todavía, que la violencia implica una fisura en las propias creencias y remite a un fenómeno de proyección: volcar hacia el exterior el odio que uno siente por sí mismo. El odio o el desprecio. Gandhi no era estrictamente un pacifista. «Prefiero la violencia al miedo», llegó a decir. Y la no violencia exige más coraje que la violencia.

Y si Gandhi no era estrictamente un pacifista, tampoco fue tan hinduista ortodoxo como él mismo pretendía. Más allá de su genio escénico-folclórico, la visión del Mahatma era ecléctica. De hecho, Gandhi descubre su propia tradición hindú como resultado de sus lecturas europeas, y muy especialmente de Tólstoi, Thoreau y los Evangelios.

En su autobiografia dice que fue en Londres cuando el joven abogado indio, enfermo de soledad y timidez, y tras algunos poco afortunados tanteos para convertirse en gentleman -llegó a tomar lecciones de dicción, francés e incluso danza-, se sumerge en una profunda crisis y renuncia al fin a toda pretensión de «occidentalizarse».

La verdad es que estaba occidentalizado ya. Tocante a la no violencia, no estará de más recordar que los dioses hindúes nunca fueron un modelo de pacifismo: ni Shiva, ni Vishnú, ni Krishna, ni Rama practicaron el ahimsa. Incluso en la Bhagavad-Gita, el libro preferido del Mahatma, se recomienda que Arjuna retorne a la batalla. Gandhi construye un hinduismo a su medida, con ingredientes del jainismo, del budismo y del cristianismo evangélico. Pone el énfasis en la tolerancia porque él mismo se define como un mero buscador de la verdad, siendo la verdad un campo de exploración.

Gandhi es un espíritu religioso que siente una necesidad digamos «romántica» de verdad, es decir, de lo qué él llama verdad-realidad. Sólo se puede luchar externamente desde una plenitud interna; no cabe vivir de una manera y pensar de otra. Ello es que hay una articulación muy coherente en los dos grandes temas gandhianos: la no violencia (ahimsa) y la fuerza de lo real (satyagraha, un término acuñado por el propio Gandhi).

La Madre Teresa de Calcuta deja su mensaje a padres, niños y jóvenes. Para ella, el aborto mata la paz del mundo y se convierte en el peor enemigo de la paz, porque si una madre es capaz de destruir a su propio hijo, «¿qué me impide matarte? ¿Qué te impide matarme? Ya no queda ningún impedimento», pensaba.

A todos los jóvenes les decía: «ustedes son el futuro de la vida familiar; son el futuro de la alegría de amar. Mantengan la pureza, mantengan ese corazón, ese amor, virgen y puro, para que el día en que se casen puedan entregarse el uno al otro, algo realmente bello: la alegría de un amor puro».

A esos mismos jóvenes les decía que si llegaran a cometer un error, «les pido que no destruyan al niño, ayúdense mutuamente a querer y a aceptar a ese niño que aún no ha nacido. No lo maten, porque un error no se borra con un crimen. La vida del fruto de ese amor pertenece a Dios, y ustedes tienen que protegerla, amarla y cuidarla. Porque ese niño ha sido creado a imagen y semejanza de Dios y es un regalo de Dios».

La vida de cada ser humano, como que ha sido creación de Dios, es sagrada y de infinito valor, porque El nos ha creado a todos nosotros, incluso al niño recién concebido. La imagen de Dios está en ese niño que aún no ha nacido.

Por eso, pienso que aquellas naciones que destruyen la vida legalizando el aborto son las más pobres, porque temen alimentar a un niño más y, por eso, agregan un cruel asesinato más a este mundo.

En Calcuta se intenta combatir el aborto mediante la adopción. «Me gustaría abrir muchos de estos centros para niños en los países que han aceptado el aborto. En los que tenemos por toda la India nunca tuvimos que rechazar a ningún niño, y todos están felices en sus nuevos hogares».

Es maravilloso pensar que Dios ha creado a cada niño. Leemos en las Escrituras que Dios nos dice: «Aún si una madre llegara a olvidar a su hijo, yo no te olvidaré. Te llevo grabado en la palma de mi mano. Eres valioso para mí. Y te he llamado por tu nombre.»

Estoy convencida de que los gritos de los niños cuyas vidas han sido truncadas antes de su nacimiento, hieren los oídos de Dios.

Muchos se manifestan preocupadísimos por los niños de la India o por los de Africa, donde tantos mueren, sea por desnutrición, hambre o lo que fuera. Pero hay millones deliberadamente eliminados por el aborto.

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