Dijo el Ojo un día:

– «Más allá de esos valles veo una montaña envuelta en una niebla azulada. ¿Verdad que es hermosa?»

El Oído, que lo oyó, estuvo un largo rato escuchando y dijo:

– «¿Dónde está esa montaña? Yo no la oigo.»

Entonces habló la Mano:

– «Estoy tratando de sentirla y de palparla, pero no encuentro ninguna montaña.»

Y el Olfato aseguró:

– «No hay ninguna montaña. Yo no la huelo.»

Entonces el Ojo miró hacia otra parte y todos empezaron a comentar sobre la rara alucinación sentida por el Ojo. Y dijeron:

– «Al Ojo debe pasarle algo.»

Autor: Gibran Khalil Gibran