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Para mí la vida es una escuela por la que pasamos acompañados de nuestros seres queridos, en la que me encuentro porque necesito moldear y afinar la “joya” o diamante más puro que hay en mi interior. Este moldeamiento se va logrando con cada experiencia vivida diariamente, por insignificante que parezca.

A diferencia de la escuela creada por la sociedad, en la que sabemos cuál es la fecha exacta en la que pasaremos el último examen final, en la vida sabemos cuándo entramos (al nacer) pero no tenemos claro hasta cuándo llegará nuestro camino de aprendizaje (al morir). Podría llegar a su final hoy mismo, mañana o tal vez dentro de unos años, pero esta incertidumbre es la que nos invita a valorar y aprovechar cada instante del presente.

Es una Escuela de Amor sin apegos. Tenemos padres, hermanos, amigos, hijos, compañer@s pero son simplemente acompañantes de viaje, cada uno llega y se va en diferente momento, de acuerdo a la lección que debe aprender.

Y tal vez lo más difícil de aprender es amar sin ataduras y ser feliz con lo que tenemos, pues la mayor parte del tiempo se gasta teniendo, acumulando posesiones, riquezas,  títulos, para darnos cuenta que todo esto es simple ilusión.

Cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y, entonces, pude relajarme.. Hoy sé que eso tiene nombre… seguridad.
Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional, no son sino señales de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es… autenticidad.
Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente, y comencé a ver que todo lo que acontece contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama… madurez.
Cuando me amé de verdad, comencé a comprender por qué es ofensivo tratar de forzar una situación o a una persona, solo para alcanzar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o que la persona (tal vez yo mismo) no está preparada. Hoy sé que el nombre de eso es… respeto.
Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas y situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo.
Al principio, mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy sé que se llama… amor hacia uno mismo.
Cuando me amé de verdad, dejé de preocuparme por no tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé, que eso es… simplicidad.
Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con eso, erré muchas menos veces. Así descubrí la… humildad.
Cuando me amé de verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… plenitud.
Cuando me amé de verdad, comprendí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al servicio de mi corazón, es una valiosa aliada. Y esto es… saber vivir!
Autor: Charles Chaplin.

Un viejo cacique de una tribu estaba teniendo una charla con sus nietos acerca de la vida.

Él les dijo:
“¡Una gran pelea está ocurriendo dentro de mí!… ¡es entre dos lobos!

“Uno de los lobos es maldad, temor, ira, envidia, dolor, rencor, avaricia, arrogancia, culpa, resentimiento, inferioridad, mentiras, orgullo, egolatría, competencia, superioridad.

“El otro es Bondad, Alegría, Paz, Amor, Esperanza, Serenidad, Humildad, Dulzura, Generosidad, Benevolencia, Amistad, Empatía, Verdad, Compasión y Fe.

Esta misma pelea está ocurriendo dentro de ustedes y dentro de todos los seres de la tierra.

Lo pensaron por un minuto y uno de los niños le preguntó a su abuelo:
“¿Y cuál de los lobos crees que ganará?”

El viejo cacique respondió, simplemente…
“El que tu alimentes».

Señor…
ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes
y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles.

Si me das fortuna, no me quites la razón.
Si me das éxito, no me quites la humildad.
Si me das humildad, no me quites la dignidad.

Ayúdame siempre a ver la otra cara de la medalla,
no me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo.

Enséñame a querer a la gente como a mí mismo
y a no juzgarme como a los demás.
No me dejes caer en el orgullo si triunfo,
ni en la desesperación si fracaso.

Más bien recuérdame que el fracaso
es la experiencia que precede al triunfo.
Enséñame que perdonar es un signo de grandeza
y que la venganza es una señal de bajeza.

Si me quitas el éxito, déjame fuerzas para aprender del fracaso.
Si yo ofendiera a la gente, dame valor para disculparme
y si la gente me ofende, dame valor para perdonar.

¡Señor…si yo me olvidó de ti, nunca te olvides de mí!


  1. Templanza. «Comer sin llegar a la saciedad; beber sin llegar a la exaltación».
  2. Silencio. «Hablar únicamente de aquello que pueda benficiar a los demás o a nosotros mismos; evitar las conversaciones triviales».
  3. Orden. «Asignar a todas las cosas su lugar; dedicar a cada parte del negocio su propio tiempo».
  4. Resolución. «Resolverse a desempeñar lo que se debe hacer; desempeñar sin fallar aquello que se ha resuelto hacer».
  5. Frugalidad. «No hacer gasto alguno si no es para bien propio o de los demás; es decir no desperdiciar dinero alguno».
  6. Laboriosidad. «No perder el tiempo; estar siempre dedicado a algo útil; evitar todas las acciones innecesarias».
  7. Sinceridad. «No recurrir a engaño nocivo alguno; pensar con inocencia y justicia, y si se habla, hacerlo de acuerdo con esto».
  8. Justicia. «No hacer mal a persona alguna mediante daño u omitiendo los beneficios que son nuestra obligación».
  9. Moderación. «Evitar los extremos; abstenerse de resentir los daños hasta donde se crea que lo merecen».
  10. Pulcritud. «No tolerar la falta de higiene en el cuerpo, la ropa o la habitación».
  11. Tranquilidad. «No alterarse por menudencias, ni por accidentes comunes o inevitables».
  12. Castidad. «Practicar el acto carnal pocas veces si no es por motivos de salud o para tener descendencia; nunca por torpeza, debilidad o en perjuicio de la propia paz y reputación o la de los demás».
  13. Humildad. «Imitar a Jesús y a Sócrates».