La codicia
En uno de mis viajes por este ancho mundo, vi un día, en una isla desierta, un monstruo con cabeza humana y cascos de hierro.
El monstruo no hacía más que comer tierra, y beber agua del ancho mar que rodeaba la isla. Después de observarlo por el espacio de largas horas, me acerqué a él y le pregunté:
«¿No te sientes satisfecho ya? ¿Acaso ni tu hambre ni tu sed pueden ser satisfechas?».
«Es cierto, muy cierto -me contestó-. Tienes razón. No sólo que estoy satisfecho, sino que estoy ya cansado de tanto comer y beber. Sin embargo, lo sigo haciendo por el temor de no encontrar el día de mañana, ni tierra con qué satisfacer mi hambre, ni en este ancho mar, agua con qué aplacar mi sed».
Jalil Gibrán